domingo, 12 de enero de 2020

The Living Theatre, paradigma de teatro anarquista



Loba López

El caso que nos ocupa es el paradigma de grupo de teatro libertario, tanto por el contenido de sus montajes como por la forma de llevarlos a cabo. Se trata del Living Theatre, la compañía de «arte vivo»más antigua, creada en 1947 en Nueva York por Judith Malina (Kiel, Alemania, 1926-2015) y Julian Beck (Nueva York, 1925-1985).

Julian Beck fue pintor y poeta, artista comprometido y de fuertes convicciones pacifistas. Conoció a Judith Malina, actriz que había sido alumna de Edwin Piscator, influida por las teorías teatrales de Vsévolod Meyerhold y Bertolt Brecht.

Pronto se unieron para crear una compañía de teatro, y comenzaron a reflexionar sobre cómo llevar a cabo la transformación del mundo. Judith leyó un artículo sobre anarquismo en una revista política y enseguida identificaron sus creencias y su forma de vida con esta corriente. A partir de ese momento difundieron su ideario a través de su obra y su actitud ante el mundo.

Juntos siguieron un camino diferente al del teatro burgués, innovando en el concepto de representación.

El nombre Living Theatre se debe a que en sus primeros tiempos actuaban en el salón de su casa, ya que una de sus máximas era la de la ruptura total de los convencionalismos del teatro imperante. Defendían la idea de que el teatro es como la vida y que, como tal, puede ocurrir en cualquier espacio.

Los textos van creándose a partir de un trabajo colectivo donde se desarrollan las ideas y se van sacando los temas a través de ejercicios de improvisación. Además, los componentes del Living Theatre no representaban ningún personaje sino que hacían su propio papel partiendo de ellos mismos, liberando su cuerpo y su voz en una ceremonia con influencias del teatro oriental,  cuyo fin era transmitir sus ideas políticas y sociales y conseguir que el público asistente cambiase sus vidas.

En 1959 estrenaron una obra, The Connection, de Jack Gelber, en la que los personajes representaban a un grupo de heroinómanos que esperaban a su proveedor. Lo cierto es que algunos de los actores estaban representados por drogadictos reales y pedían su dosis al público, interactuando con él, algo inusual en esa época.

Teatro de protesta y crítica social
En los años 60 y 70, Estados Unidos estaba inmerso en un clima político y social convulso: luchas raciales, persecuciones ideológicas, la guerra de Vietnam, el movimiento hippy, etc. En este caldo de cultivo, el teatro se hizo más experimental, dejando a un lado su función de espectáculo para adentrarse en la protesta y la crítica social. El Living Theatre representa el espíritu de aquellos años mejor que ninguna otra compañía porque vivía con los mismos ideales que defendía en sus representaciones.

En 1963 estrenaron The Brig  de Kenneth Brown, una de las obras más emblemáticas de este grupo. La obra narra una jornada en un bergantín de la Marina en el que tienen recluidos a un grupo de marines. El texto describe la violencia, humillación y trato vejatorio a que son sometidos estos prisioneros.

Para llevar a cabo este montaje se recluyeron diez actores que interpretaban a los prisioneros y cuatro más a los guardias, y se sometieron a un procedimiento de ensayos inspirado por el propio reglamento de la Marina de Estados Unidos. Malina escribió detalladamente este proceso en un cuaderno de ensayos que se publicó junto con el texto de Brown.

Este espectáculo tuvo una gran repercusión: se llegaron a hacer más de 600 representaciones y una gira por Europa. Su trascendencia fue tal que los congresistas John Lindsay y Ed Koch, del Partido Demócrata, exigieron que se investigaran las condiciones de estos centros de reclusión.

Esto no gustó al sistema político del momento. El Living Theatre fue acusado de delitos fiscales y se ordenó el cierre del local. Cuando la policía entró para desalojar el inmueble, la compañía se encerró en el escenario y allí estuvieron resistiendo con la ayuda de la gente que les llevaba comida y permanecía fuera protestando. Finalmente fueron evacuados y fueron arrestadas 25 personas. Posteriormente, en el juicio se desestimaron los cargos, aunque Judith y Julian fueron condenados por desacato al tribunal.

Después de varias semanas en la  cárcel, en 1964 decidieron exiliarse a Europa. Las autoridades estadounidenses se quitaban de encima a un grupo de personas que cuestionaban el principio de autoridad, practicaban el sexo libre, tomaban drogas, se declaraban abiertamente anarquistas e influían de manera determinante en los y las jóvenes.

En Europa estuvieron viajando como una comuna libre, recorriendo sobre todo Alemania e Italia. Fue en estos años donde tomaron conciencia del grupo como  colectivo y comenzaron a actuar como tal: colectivizaron todas las tareas, anularon las jerarquías e igualaron las retribuciones económicas.

Alcanzar el verdadero paraíso
Después de cuatro años decidieron volver a Estados Unidos en 1968. A su regreso, montaron Paradise Now, la más emblemática de sus obras, fruto de un proceso de ensayos en los que había largas sesiones de lecturas de textos orientales, meditación, yoga, consumo de drogas y mucho ejercicio físico. El resultado fue un espectáculo de más de cuatro horas en el que se intentaba convencer a los espectadores de que debían de romper con el estatu quo, liberarse y llegar al verdadero paraíso. Para lograr la revolución, primero habría que transformar al individuo despertando su conciencia.

Con Paradise Now volvieron de gira por Europa en 1968. Coincidieron con el Mayo francés, en el que su obra fue emblema de las revueltas estudiantiles, y más tarde fueron contratados por el Festival de Aviñón, de donde finalmente fueron expulsados por escándalo público, ya que su espectáculo se ensayaba en la calle, haciendo partícipes a los viandantes y mostrando abiertamente escenas de sexo, textos políticos y consumo de drogas.

Cuando volvieron a su país, fueron duramente criticados por la prensa. Abatidos por todos estos acontecimientos y por la aparición de una fractura que comenzaba a romper el grupo, decidieron separarse en células. A principios de 1970,  Judith y Julian mantuvieron el nombre de Living Theatre y se instalaron en París, donde llevaron a cabo numerosas acciones de teatro de guerrilla.

A mediados de este mismo año, viajan a Brasil, donde se vivía una terrible dictadura con Emilio Garrastazu Medici,  con la misión de ayudar a los  más humildes a romper sus cadenas y liberarse del yugo del dictador. Desgraciadamente no fueron comprendidos por el pueblo brasileño y tuvieron que regresar después de que fueran acusados de tenencia de drogas y recluidos en cárceles brasileñas durante algunos meses, de donde fueron liberados gracias a la campaña de protestas que se hicieron tanto en Europa como en Estados Unidos.

El Living Theatre siguió su carrera sin modificar un ápice su estilo, su forma de hacer teatro. Julian Beck, ante el peligro de que el éxito les fagocitara, escribió:
«El Living Theatre se ha convertido en una institución, unos treinta y cuatro adultos y nueve niños: una situación impracticable. Las instituciones están hechas por el éxito y nuestro éxito nos hace depender de los ingresos que recibamos de ser una institución. Depender del dinero de las entradas de los grandes teatros. Haciendo que tuviésemos éxito, la sociedad nos ha hecho depender de su sistema. Todo lo que hemos aprendido durante los años de nuestro espléndido exilio juntos, vagando de ciudad en ciudad representando obras, caravana de gitanos, actores errantes en tiempos famosos, todo lo que hemos aprendido del viaje de Paradise Now nos ha llevado a este momento (…) el Living Theatre como proyección de una comunidad anarquista (que es sólo un proceso de devenir) tiene que cambiar. 1969: la decisión de disolverse y reformarse, en células, para ir al encuentro de nuestras propias necesidades y de las necesidades de la época».

Julian Beck murió en 1985. Judith continuó, junto a su nuevo esposo y miembro de la compañía, Hanon Reznikov, dirigiendo el Living Theatre y la escuela que habían creado y que sigue existiendo en la actualidad. En 2008 murió Hanon, y Judith Malina en 2015.

Lamentablemente, nadie se acuerda ya de este grupo de «locos» que revolucionaron el teatro desde los años 50 del pasado siglo y que fueron absolutamente coherentes con su forma de pensar y de vivir. El teatro contemporáneo no podría ser como es sin la influencia de estos artistas que no tuvieron miedo de intentar cambiar el mundo, cambiando primero ellos, haciendo su propia revolución personal.

[Versión resumida de post originalmente difundido en http://www.cnt-aranjuez.org/teatro-anarquista-the-living-theatre.]


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