martes, 24 de diciembre de 2019

Chile: Reflexionando desde el (A) sobre el actual estallido social



Grupo Acracia

* Editorial del periódico Acracía # 83, Valdivia, diciembre 2019.

La deriva inorgánica del estallido social, ha propiciado una forma educativa espontánea y bien simplificada a muchos de sus simpatizantes, por medio de una serie de “verdades” en formato memes u otros ingeniosos y ultra simplificados formatos, que han resultado ser increíblemente efectivos a la hora de compartir una impresión o sentimiento. Esto es aún más cierto, dado la incapa-cidad teórico-práctica de la izquierda tradicional de vincular sus distintos discursos para ponerse a la cabeza teórica del movimiento. De hecho para muchos de estos fenómenos la izquierda no tiene enunciados que permitan interpretar esta emergencia en un contexto de nuevos actores. A propósito de los muchos dogmas de estos pensadores, que han dejado amplios márgenes e intersticios fuera de cualquier reflexión posible, quedado muchas transformaciones socioculturales de reciente data sin el debido análisis, Por ejemplo el caso concreto de lo que sucede en los sectores populares e indígenas con las avanzadas de los grupos evangélicos, o que pasa en Carabineros que la analogía más elaborada de estos, es que sus escopetas son como la quimioterapia y nosotros “los usuarios” de un cáncer a extirpar. El propósito de esta nota editorial es explicar dicho trasfondo.
 

Desde el inicio del llamado estallido social, ha emergido, o más bien se han sa-cado las máscaras infinidad de personas que parecieran sentir mayores niveles de empatía por la propiedad, que por la vida de sus congéneres menos favoreci-dos. Este fenómeno lo veníamos denunciando desde hace algunos años con una serie de artículos titulados “el equívoco sobre la naturaleza humana”, pues re-sulta ser que, para la mayoría de las religiones y ciencias heredadas de occidente, el ser humano es avaro por naturaleza y está en el mundo para obtener para sí mismo las mejores ventajas sobre el resto, dispuestos en todo momento a pasar por encima de cualquier valor o relación Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y completamente libres con tal de conseguir la preciada ventaja bajo la premisa de “la elección racional”, velando cada cual por su propio interés, a costa de una implacable competencia, llegándose al absurdo determinismo bio-lógico del “gen egoísta”. Así la idea Hob-bes que el hombre es el lobo del hombre, no solo insulta la naturaleza del hombre, sino también la del lobo, que nunca ha sido el animal antisocial que nos presen-tan, de este modo estos enunciados se alzan como una profecía autocumplida de la “ley de selva”, amenazando con ello nuestra existencia social. Estas mismas ideas han configurado un ideal prototipo de persona, como esencialmente malo, naturalmente egoísta y sin posibilidades de regirse a sí mismo y a sus semejantes. El egoísmo, como acto individual, natu-ral, inherente a la persona. De esta for-ma, de hecho, la tendencia al comporta-miento asocial se naturaliza y se le otorga un sitial privilegiado en el desarrollo de las relaciones sociales, al mismo tiempo que es su más evidente negación. Dando cabida al siguiente paso en el desarrollo de la humanidad, la dominación de unos sobre los otros.

Aquí, lo que nos preocupa, es el despro-pósito del concepto de naturaleza huma-na que se encuentra, valga la redundan-cia, “naturalizado” por igual en nuestra sociedad. Una sociedad por lo demás pro-fundamente neoliberalizada, podemos observar en este país un gran retraso en materia cultural, aún impera y se expande la xenofobia, la homofobia, el clasismo, etc., en una sociedad donde aún algunos afirman que la dictadura “igual hizo cosas buenas”. Regularmente pode-mos escuchar afirmaciones como: “Si viene de familia pobre, va a seguir así, lo tiene en los genes, si les gusta ser pobre”, o “no si su papá era curao, por eso él salió así”, o “su papá era golpeador y él también es así” o “no si es de genes malos” y un largo etc. Podemos ver que todos es-tos ejemplos, muy comunes, que se escuchan a toda hora, todo contexto y lugar. “Se puede arrojar una silla y romper una vitrina, pero solo los parlanchines holgaza-nes consideran al Estado como algo o un fetiche que se puede golpear para destruirlo. El Estado es una condición, una cierta rela-ción entre seres humanos, un modo de com-portamiento entre personas; lo destruimos al asumir otras relaciones, al comportase de manera distinta con los demás (...) Nosotros somos el Estado y seguiremos siéndolo hasta que hayamos creado las instituciones que conformen una verdadera comunidad y sociedad”. Gustav Landauer.Ahora bien ¿y cuál es el problema?, ¿dónde está el engaño?, genetizar la cuestión sociocultural; la pobreza, la violencia, la discriminación, etc.

Este tipo de postulados encontraron amplio respaldo los 90 ́s (por supuesto en-marcado en una serie de antecedentes racistas, clasistas, etc.), gracias a distorsionadas interpretaciones de algunos avances en las neurociencias, reinter-pretados por psicólogos que podríamos caracterizar como “evolucionistas neoliberales norteamericanos”, quienes anunciaron al mundo con bombos y platillos el descubrimiento del llamado “gen del lenguaje”, a lo que a lo largo de esta década se sumaron los “genes egoístas”, el “gen de la empatía”, y muchos otros de amplia carga simbólico social. Resultando así que las elecciones, raciocinios y explicaciones que creíamos realizar concienzudamente, venían codificadas en nuestro trasfondo genético, siendo esto lo que gobernaba en realidad nuestras habilidades conscientes. La escuela psi-cológica genetista e innatistas, son bien identificados y retratados por la antro-póloga Susan Mckinnon en su celebrada obra Genética neoliberal (2012), quien apunta “En una época en la que la economía neoliberal angloamericana domina gran parte del mundo, cosa que provoca grandes resentimientos y resistencia, los psicólogos evolucionistas nos brindan una teoría de la evolución que naturaliza los valores neoliberales (...) Sostengo que esta ficción ha sido creada por el supuesto erróneo de que sus propios valores culturales son tanto de origen natural como de naturaleza universal”. (pp. 17-19). Por tanto los discursos neoliberales, ahora son transmutados en orientaciones éticas y morales presuntamente innatas y de carácter universal.

[El número completo de esta edición del periódico Acracia es accesible en https://periodicoacracia.files.wordpress.com/2019/12/acracia83-prueba.pdf.]


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