martes, 9 de abril de 2019

Debate: Por qué no soy pacifista


Günther Anders (1902-1992)

* Fragmentos extraídos de una entrevista imaginaria que se hizo a si mismo el filósofo judío alemán G. A.

- Según cierto rumor, usted protesta en contra de que lo llamen «pacifista». Comprenderá que ese rumor nos desconcierte, nos asuste incluso.

° No hace falta. Lo único que quiero decir, a lrechazar esa clasificación, es que quien hoy en día siga llamándose «pacifista» parece suponer acríticamente que los objetivos de la política de poder pueden alcanzarse también con métodos no pacíficos. Pero como ése ya no es el caso, puesto que hoy en día cualquier guerra, o por lo menos cualquier guerra entre potencias mundiales (aunque también los es tados pequeños han alcanzado ya la «mayoría de edad nuclear»), desembocaría automáticamente, y probablemente, al cabo de pocos minutos, en una catástrofe total: puesto que como afirmé hace ya varias décadas no existe ya ningún objetivo bélico que no quedaría destruido por los efectos de los medios bélicos empleados, porque cualquier efecto sería incomparablemente mayor que cualquier objetivo concebible o deseable, por todo ello no hay más alternativa que ser pacifista. La consigna, de todas maneras falsa, de que «el fin justifica los medios», hoy en día deberíamos reemplazarla por la noción verdadera de que «los medios destruyen los fines». Y porque esto es así, ya no hay más alternativas que ser pacifista. Y por eso no lo soy. Donde ya no hay alternativa, un término especial como el de «pacifista» se vuelve superfluo.
 
- ¿Usted llama «legítima defensa» a la renuncia a la no violencia?

° ¿Por qué ese dubitativo “llamar”? ¡Es legítima defensa! Y puesto que la amenaza es total y la posible destrucción es global, nuestra legítima defensa debe ser total y global. Debe convertirse en la guerra de defensa de todos los amenazados. Y eso quiere decir: de todos los seres humanos de hoy y de mañana.

- ¿En resumidas cuentas, usted está a favor de la violencia?

° Estoy a favor de la violencia como defensa legítima.

- ¿Eso es, emplear la violencia a fin de superar la violencia?

° Exacto.Puesto que no conocemos más que un solo objetivo, la conservación de la paz, esperamos que después de la victoria (si es que la alcanzamos, de lo cual hemos de dudar permanentemente) no tengamos ya necesidad de la violencia. Nosotros debemos emplear la violencia sólo como un medio de los desesperados, como contraviolencia, como algo provisional; porque en última instancia no apunta sino al estado de no violencia. Pero mientras los poderes establecidos sigan empleando la violencia contra nosotros, que no tenemos poder alguno, a quienes ellos han privado deliberadamente de todo poder (y, por tanto, contra los nietos que esperamos tener), sea mediante la amenaza de convertir nuestras viviendas en ruinas infestadas de epidemias, sea mediante la construcción de centrales energéticas pretendidamente inofensivas; mientras ellos sigan intentando dominarnos o someternos a chantaje o humillarnos o aniquilarnos o mientras tan sólo acepten la posibilidad de nuestra destrucción (¡pero ese «tansólo» ya es bastante!), el estado de excepción nos seguirá obligando y lo siento a renunciar a la renuncia a la violencia propia. En otras palabras: en ningún caso debemos abusar de nuestro amor a la paz ofreciendo a los sin escrúpulos la posibilidad de aniquilarnos a nosotros y a nuestros descendientes. Mirar cara a cara a ese peligro sin inmutarse y cruzarse de brazos al mismo tiempo, como hace el noventa y nueve por ciento de nuestros congéneres, no es una muestra de valor, ni siquiera de intrepidez, sino únicamente de humildad (disculpe esta expresión indecente).

- ¿Qué quiere decir usted?

° Que frente a los que no tienen escrúpulos no hay nada más indigno que la humildad.

- Así que ya no se puede contar con usted como pacifista.

° Sí que se puede. Pero para mí la paz no es un medio sino un fin; y no es un medio porque la paz es el fin. No soporto seguir viendo que nosotros, que estamos amenazados de muerte por los violentos, nosotros y nuestros descendientes, nos crucemos de brazos y no nos atrevamos a emplear la violencia contra la violencia que nos amenaza. Puesto que la afirmación de Hölderlin, que tanto gustan de citar los oradores domingueros, de que allí donde amenaza el peligro también está cerca lo que salva simplemente falsa (pues es sabido que en Auschwitz y en Hiroshima no se acercó nada que salvara), nuestra tarea es intervenir para salvar: aniquilar el peligro poniendo en peligro a los aniquiladores.

- ¿Ha acabado?

° No. Una última frase, para que usted se la lleve como recuerdo: en los cementerios donde yaceremos nosotros nadie llorará; porque los muertos no pueden llorar a los muertos.

[Párrafos extraídos del folleto Sobre el fin del pacifismo, cuyo texto completo es accesible en https://bibliotecalarevoltosa.files.wordpress.com/2010/09/texto-gc3bcnther-anders1.pdf.]


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