lunes, 18 de marzo de 2019

Reflexiones sobre lo militar y el despilfarro como uno de sus elementos esenciales



Colectivo Utopía Contagiosa



Por un lado podríamos argumentar que el despilfarro militar está muy arraigado con la forma de funcionamiento de lo militar, tanto a nivel individual como a nivel institucional, y que ello es así en gran parte porque nunca han estado sometidos a controles y auditorías externas e independientes. Nos parece que en este primer estudio sobre el despilfarro en la Defensa hemos demostrado que el despilfarro es nuclear en la planificación militar, en la toma de decisiones, en la gestión y en la inexistente evaluación de sus actividades.



Realmente, para evaluar el despilfarro militar de forma transversal nos tendríamos que hacer la gran pregunta: ¿para qué sirve el trabajo que hacen los militares?, ¿para qué sirve la producción de armas y su comercio?, ¿en qué se beneficia la Humanidad de todo ello? Muchos contestarían que no nos beneficiamos, en general, de nada, pero que una pequeña élite sí se lucra muchísimo con negocios fuera de toda ética. Con ello se desvela la naturaleza estructuralmente despilfarradora del militarismo.



Es importante reflexionar sobre esto: ¿qué producen los militares?, ¿cómo evaluarlo y valorarlo? Realmente da igual lo que piense el supuesto cliente de su “producción”, es decir, la sociedad, porque no se sabe cuál es, concretamente, el fin de la defensa. Dicho de otro modo, no necesitan que el producto salga bien porque la propia indefinición de la defensa o de la seguridad hace no se les pueda evaluar ni cualitativa ni cuantitativamente. El ejemplo más palmario fueron los atentados del 11-M en Madrid en 2004. La conclusión lógica debería haber sido que había fallado nuestra defensa militar, que estaba mal planteada y que fue ineficaz para prever y luchar contra aquellos funestos atentados. Y una conclusión más certera aún habría sido la de que la política de Defensa de Aznar con su seguimiento al intervencionismo del trío de las Azores, fue lo que provocó la intención de los yihadistas de atentar en nuestro país. Sin embargo, todo se tergiversó y a todo se le dio la vuelta: la conclusión de los políticos (del PSOE y del PP) fue que se necesitaba más dinero para nuestra defensa militar. En conclusión, cuando no hay ataques no sabemos si nuestra defensa militar funciona, y cuando hay ataques y fracasa la defensa militar, la culpa hay que buscarla fuera y la conclusión políticamente correcta y al uso es que gastamos poco en lo militar. Es un debate con demasiadas trampas y falsedades.



Todo esto nos lleva a pensar que si el despilfarro militar tiene mucho en común con las empresas y otras entidades, además tiene algo peculiar, intrínseco, ideológico, connatural, esencial, que hace que el despilfarro sea una consecuencia directa de lo militar. Y esto es muy grave.



Se nos podría contraargumentar, con parte de razón, que también hay muchos militares que diariamente son diligentes y honestos con su trabajo. Pero el caso es que en este estudio no estamos hablando de ellos, sino de los despilfarradores. Y ahora, además, estamos hablando de si la esencia del militarismo conlleva despilfarro.



Un aspecto en el que hemos reflexionado mucho durante la realización de este trabajo y queremos someter al juicio del lector es el siguiente. Nos parece que se puede argumentar que lo militar en sí es un gran despilfarro, dicho de otro modo, que el despilfarro es inherente a la esencia militar, que no depende de buenas o malas prácticas personales o institucionales sino que es intrínseco a lo militar. Para demostrarlo tendríamos que fundamentar que las bases de lo militar son, en sí, despilfarradoras por naturaleza.



Nuestro razonamiento se basa en que las bases y el corazón de lo militar: la guerra, la industria militar y los ejércitos, son esencialmente despilfarradores:

° que la guerra es siempre un sinsentido, y por lo tanto un despilfarro. Tanto en lo ecológico como en lo social como en lo político y económico, y siempre en lo ético. De las guerras no se beneficia nadie, miles y millones mueren, millones resultan heridos o con graves secuelas física y/o mentales, millones son los desplazados, los países ven hundido su desarrollo por décadas o, como ocurre ahora con las intervenciones internacionales se ven convertidos en Estados fallidos durante muchísimo tiempo, las poblaciones sufren los desmanes químicos y las bombas perdidas durante años, la radiaciones y los efectos de los agentes químicos, etc., se transmiten a las generaciones posteriores por la contaminación del aire, del agua, y luego por la contaminación de los alimentos, …

 ° los ejércitos y las guerras tienen, subyacente, una  industria productora de armamentos que son instrumentos sin ética y que suponen un despilfarro de recursos naturales y humanos considerable. A ello hay que sumar toda la economía especulativa (no productiva de bienes socialmente útiles) que existe alrededor de la venta de armas.

° el ejército español es un buen ejemplo (1 mando por cada 1’8 soldados, con un gasto del 74 % del presupuesto del Ministerio de Defensa dedicado al personal, y más de 3.262.000 personas que dependen del sistema de defensa español) de lo que significa despilfarrar continuamente personas  en estar esperando un ataque del enemigo, o creando enemigos para autojustificar el modo de vida militar, o lo que es peor, estar participando en una guerra o en una intervención militar en el extranjero bajo bandera OTAN, UE, o de cualquier coalición internacional  ad hoc . Millones de soldad@s en el mundo que no se especializan en ninguna otra cosa que no sea la destrucción.

° Por tanto, también la estructura militar y la constante “preparación de la guerra” es despilfarradora en sí.



Ello nos lleva a razonar que si el despilfarro en lo militar no depende de mejorar las prácticas de gestión, sino que va a seguir existiendo mientras exista lo militar, hemos de concluir que el militarismo es en sí esencialmente un despilfarro. Y, por lo tanto, la única solución racional es su desaparición.



Efectivamente, hemos pasado bastante tiempo pensando cómo sería posible romper los múltiples círculos viciosos que representa el despilfarro militar. Somos conscientes de que el despilfarro habitual y su repetición por la falta de mecanismos de control en lo militar nos llevan a potenciar el despilfarro estructural, no a acabar con el despilfarro. Por otro lado también es lógico pensar que el despilfarro del personal en los ejércitos potencia y hace posible un despilfarro superior, el organizativo, y éste a su vez el despilfarro político que cierra el círculo impulsando el despilfarro personal. Por ello hay que preguntarse si ¿nos podemos defender del despilfarro militar sólo con reformas? Ciertamente éstas taparán huecos, pondrán parches, mejorarán la situación, pero no cambiarán la esencia de lo militar y de su despilfarro inherente. La única posibilidad real para acabar con el despilfarro militar, entonces, es transitar hacia un concepto alternativo de defensa, el de Defensa Popular Noviolenta basado en defender la Seguridad Humana.



[Tomado de las Conclusiones del informe Despilfarro Militar, que en versión completa es accesible en https://es.scribd.com/document/334307500/Despilfarro-Militar#from_embed.]




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