sábado, 12 de enero de 2019

Debate (A): La libertad, ¿para qué?



Tiziano Antonelli

Una idea exagerada de libertad. Así se escucha con frecuencia definir a la anarquía; esta definición sin embargo no dice nada del tipo de libertad del que se habla. Para dilucidar mejor la cuestión, tomemos la frase de Bertrand Russell: “La libertad es el bien supremo del credo anarquista, y a la libertad se tiende por la vía directa de la abolición de todo control forzoso sobre el individuo por parte de la comunidad”. En realidad, los modelos de nueva sociedad propuestos por el movimiento anarquista se basan en la armonía espontánea o en construir con la educación, la lucha, etcétera, entre individuo y sociedad; el término comunidad no es de los más usados. En el anarquismo, la libertad viene siempre acompañada de la igualdad. En este sentido, el núcleo central de la acción política del anarquismo es la abolición del Estado, o mejor del Gobierno. El liberalismo siempre ha acusado al movimiento anarquista de ser violento porque cuenta entre sus primeros objetivos la abolición de la propiedad privada. Los liberales se hacen intérpretes del miedo de los capitalistas, que ven en la expropiación por parte de los trabajadores una intolerable intervención forzosa de la comunidad en la esfera de su libertad individual.

Por esto, hay libertad y libertad: la libertad de explotar no es ciertamente de las admitidas por los anarquistas, mientras que sí lo es la libertad de expropiar a quien utiliza el monopolio de los medios de producción para explotar a la mayor parte de la humanidad.
De igual forma que se plantea el problema de la libertad en el seno del movimiento anarquista en la lucha política actual, se hará mañana tras la revolución victoriosa.
Una de las características distintivas del anarquismo es que no nace del pensamiento de una sola persona, o de pocas, sino de la experiencia histórica de las luchas de emancipación de los estratos populares, de los explotados. Los más importantes teóricos del anarquismo han brindado, con sus conocimientos y su capacidad de abstracción, una contribución a la definición de anarquía como conjunto de líneas maestras en torno a las que construir la sociedad futura, y del anarquismo como movimiento político tendente a la anarquía.

La libertad de experimentación y el debate colectivo han permitido una constante distinción del anarquismo hasta llegar a la elaboración del Programa Anarquista.
En el marco del programa anarquista, la libertad de experimentación y el debate colectivo permiten al movimiento anarquista identificar la praxis adecuada para la fase del enfrentamiento de clase, en la vía del desarrollo de la autonomía de clase de los explotados, de la autoorganización, de la transformación social en sentido igualitario y antiautoritario.
 

Desde esta perspectiva, la libre experimentación y el debate colectivo permiten la verificación de las diferentes alternativas estratégicas, su síntesis superior, el compartir experiencias. En este proceso los intelectuales, los teóricos, tienen un papel en la medida en que ponen su capacidad al servicio del trabajo colectivo, enlazando las problemáticas del momento con los principios básicos del anarquismo definidos en Saint-Imier. Quien, en nombre de la libertad, intenta una imposible síntesis entre libertad y autoridad, entre economía y comunismo, abandona tales principios, abandona la ligazón entre las luchas de los explotados, y la perspectiva de transformación revolucionaria acaba por perderse y se coloca fuera del anarquismo, transformándose en enemigo de la emancipación de los explotados, en enemigo de la libertad de las masas.

La libertad para todos se construye también limitando la libertad de alguno. Los anarquistas combaten sobre el terreno de las ideas a las ideologías reaccionarias, discriminatorias y violentas, contestando abiertamente a sus propugnadores. Esto no es una novedad y no es una simple imitación de las prácticas violentas de los movimientos autoritarios. Mientras existan explotadores y explotados, mientras haya personas que mueran de hambre, compañeros presos del enemigo, mientras ellos tengan periódicos y televisiones para difundir mentiras, y mercenarios y armas para imponerlas, y nosotros estemos desarmados, no es posible ningún debate. Las clases privilegiadas, el Gobierno, cualquier gobierno, están en guerra más o menos constante, más o menos abierta con sus propios ciudadanos, con la sociedad, y en la guerra no se discute con el enemigo. Por eso, cuando los propagandistas del enemigo vienen a los barrios populares, delante de las fábricas o las escuelas a difundir sus mentiras, los anarquistas están allí para explicar las razones de la oposición, para incitar a los explotados a organizarse para combatir la propaganda venenosa de los esquiroles, de los racistas, de los fascistas; para apoyar la autodefensa de las masas.

Incluso al día siguiente de la revolución victoriosa, a los explotadores y a los gobernantes, y a sus seguidores les será negada la libertad. Es lo que sostiene, entre otros, Luigi Fabbri en Dictadura y Revolución: los anarquistas se empeñarán en que a los enemigos de la humanidad no les sea concedida la libertad “mientras conserven su condición de verdugos y nosotros no hayamos conquistado toda y completamente nuestra libertad, no solo de derecho sino también de hecho”.
 
La burguesía no tiene ningún derecho a escandalizarse de este ataque a la libertad, a la libertad de los explotadores y de los enemigos de la revolución: la idea de la dictadura se ha afirmado en las revoluciones burguesas, y la dictadura, la tiranía, con sus inevitables estragos, han sido las armas de la burguesía contra el proletariado, los explotados, cada vez que estos últimos han intentado quitarse el yugo y poner fin al régimen de la propiedad privada.

Esto que a ojos de los burgueses y de sus aliados, de sus lacayos más o menos ilustres, que desarrollan por cuenta de la burguesía las artes liberales, el periodismo, la abogacía, la enseñanza, la política, aparece como un ataque a la libertad; para las grandes masas, para los explotados, para las capas populares es en cambio una idea exagerada de libertad, incluso una práctica. Es objetivo del movimiento anarquista ofrecer una dirección inspirada en la práctica de la libertad y en todo el movimiento proletario y popular, desarrollando el espíritu de autonomía y de libertad entre las masas. Esta masa, habituada a esta práctica encontrará en la próxima revolución la ocasión y el medio para lograr realizaciones hoy inimaginables. La concepción anarquista de la libertad nace de esta práctica, no tiene nada que ver con la manía por la afirmación exclusiva del propio yo, sino que une la libertad del individuo a la solidaridad en la lucha por la emancipación, por la abolición de la explotación y de la opresión, y solo en el seno de esta lucha, de la lucha de clases llevada a cabo para la abolición de las clases, donde la idea de libertad se materializa en la construcción de los órganos de autoorganización y de autogobierno de los explotados.

[Tomado de http://acracia.org/la-libertad-para-que.]

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