domingo, 7 de octubre de 2018

La importancia revolucionaria del sabotaje como arma de la lucha social


Periódico Fragua Social (CNT-Levante)

Como en cualquier lucha, la victoria no solamente depende de la fuerza que pueda desplegar la clase trabajadora, fundamentalmente porque existen infinidad de factores desde los que se puede desprender una situación de victoria o de derrota. Muchos de estos factores no podremos controlarlos, pero no debe ser éste ningún problema para nuestras finalidades, ya que siempre habrá factores que no podamos someter a nuestra voluntad, justamente porque no dependen ni de nuestras fuerzas ni de nuestra inteligencia, pero si podemos utilizar la estrategia y nuestra capacidad de prevenir y al mismo tiempo también de sorprender a nuestros enemigos.
 
Sin embargo, todos aquellos factores, que sepamos que dependen directamente de nosotras, debemos intensificarlos e incrementarlos, porque allí posiblemente se encuentre la clave de nuestra victoria.

Así, entre las armas de la clase obrera, encontramos otra que junto al boicot, brilla con gran intensidad y se destaca por su importancia. El sabotaje es el mecanismo por medio del cual se provoca un daño o la destrucción intencionadamente de un servicio, una instalación, un proceso, una mercancía, etc., como forma de lucha o protesta contra el organismo que los dirige o bien como método para causar el mayor daño económico y moral a la patronal.

La clase trabajadora pronto vio en el sabotaje una herramienta muy importante para su lucha. Con ella era capaz, no solamente de negarse al trabajo o al consumo, sino también de causar el mayor número de daños a sus enemigos, con el entorpecimiento, la obstaculización y la destrucción, en general, de bienes y servicios en propiedad de la patronal y del gobierno.

A diferencia del boicot obrero, el sabotaje exige del individuo una participación más activa, un compromiso más elevado, un esfuerzo y un riesgo que exige un sacrificio para la militancia.

Como ya dijimos, a pesar de que la clase capitalista entiende de algo más que de beneficios, fundamentalmente piensa en ellos, ya que de alguna manera, la actividad empresarial del capitalismo tiene sus raíces en estos beneficios. Es aquí donde el sabotaje tiene su principal significación. De esta forma, el sabotaje entiende muy bien cuáles son los puntos débiles del capitalismo y ataca a la raíz de ellos, que son principalmente la propiedad de la clase capitalista.

En este sentido, no es difícil observar que la reducción del rendimiento y del trabajo por La clase trabajadora en realidad responde a un elemento instintivo por el que la clase trabajadora pone en práctica el sabotaje, impidiendo de esta manera, y obstruyendo el número de productos y su trabajo.

Del desequilibrio en las relaciones laborales, es muy importante decir que la lucha en la mayoría de los casos no se hace de frente. Ante la imposibilidad de dar batalla al Estado y al capitalismo de frente, la clase trabajadora se ha visto obligada a luchar y dañar a sus enemigos por los flancos, aprovechando sus puntos débiles, y adaptando su forma de lucha a las características de una guerra de guerrillas, en comparación con una guerra de ejércitos tradicionales.

Y es que, en efecto, el sabotaje es en la guerra social lo que son las guerrillas en las guerras nacionales: dimana de los mismos sentimientos, responde a las mismas necesidades y tiene en la mentalidad obrera idénticas consecuencias.

Sabido es cuanto desarrolla su práctica el valor individual, la audacia y el espíritu de decisión. Otro tanto puede decirse del estado psicológico que mantiene a la clase obrera, esa tensión que la impide hundirse en una flojedad perniciosa, y como necesita una acción permanente y sin tregua, consigue finalmente fomentar el espíritu de iniciativa, el hábito hacia la acción, de sobreexcitar la combatividad y de prepararla para la guerra y para el enfrentamiento.

Sin embargo, el sabotaje, a diferencia del boicot, permite a la clase trabajadora fomentar toda una serie de actitudes que son completamente compatibles con la lucha de clases, y prepara a la clase obrera a una acción revolucionaria dirigida a la transformación social, debido a que prepara a la militancia a una lucha dirigida a cuestionar el orden público y al capitalismo en sus principales fundamentos: la propiedad y el uso legítimo de la violencia.

El sabotaje puede ser una medida pacífica, o no, donde la clase trabajadora impide la obstaculización de un servicio, destruye una mercancía de muchas maneras para impedir que ésta pueda ser distribuida comercialmente, o directamente reventar la cadena productiva, incendiar una empresa, o destruir sus vehículos, etc.

En poco tiempo, la clase trabajadora se dio cuenta de que el cese del trabajo no era suficiente para alcanzar la victoria en una huelga, sino que se hacía igual de necesario que la herramienta estuviese también en huelga, esto es, que no funcionase. En este sentido, a la huelga de brazos le correspondía también una huelga de máquinas. Los trabajadores conscientes sabían que en sus empresas eran una minoría y que debían impedir que el resto de compañeros no desertaran en masa y en alianza con el patrón reanudaran el trabajo.

Por otra parte, el sabotaje como destrucción de la propiedad capitalista exige del individuo una preparación más o menos especializada, pero le obliga a llevar a cabo un plan, a actuar intencionadamente para destruir, para socavar el sistema capitalista. El sabotaje nos lleva también a cuestionar el uso legítimo o no de la violencia del Estado, y a prepararnos ideológica y psicológicamente para romper con ese monopolio de las clases explotadoras.

A este efecto, ponemos como ejemplo la huelga de Amarradores del Puerto de Barcelona que llevaron a cabo los trabajadores de la Sección Sindical de CNT Barcelona. Donde la empresa, habiendo establecido Unos Servicios Mínimos altísimos, se despreocuparon del posible impacto de la huelga sobre el servicio. Sin embargo, a la mañana siguiente todos los vehículos de trabajo habían sido saboteados y todas las ruedas de los vehículos habían sido pinchadas. Ninguno trabajador pudo realizar el servicio y la empresa, con los resultados de un paro de un solo día, decidió, reunidos los accionistas, readmitir a los trabajadores despedidos y alcanzar un acuerdo reconociendo su derrota. Éste es uno de los claros ejemplos por medio de los cuales a la huelga de brazos se le une la huelga de máquinas

[Tomado del periódico Fragua Social # 6, Levante, primavera 2018. Número completo accesible en https://levantecntait.files.wordpress.com/2018/07/fragua-social-n6.pdf.]



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.