lunes, 3 de septiembre de 2018

La autonomía zapatista y su permanencia a pesar de los malos augurios



Sergio Rodríguez

En el campo de la izquierda la visión estatista, producto de una visión decimonónica del socialismo según la cual es indispensable el control del aparato de Estado para desde ahí transformar a la sociedad se convirtió en un fetiche. Uno de los problemas de esa visión fue que paulatinamente el fin fue
condicionando los medios. Es decir, poco a poco, el objetivo de tomar el poder hizo que las organizaciones de izquierda se parecieran en sus formas de actuar a las de la derecha.

En el caso de México la acción y la constitución de los municipios autónomos ha creado una nueva sensibilidad política. Sabíamos del gran apoyo comunitario al EZLN, sabíamos de la existencia de las bases de apoyo, desde diciembre de 1994 sabemos cómo actúan y de lo que son capaces. Esta cara del zapatismo es mucho más interesante que cualquier otra y nos plantea una nueva interpelación, ya no sólo sobre la necesidad de resistir sino también sobre la necesidad de actuar para crear nuevas relaciones sociales entre los seres humanos y nuevas relaciones entre los miembros de una comunidad y las diversas instancias de gobierno.

La construcción de los Municipios autónomos representa el desarrollo de una energía humana que busca cambiar las relaciones de dominio. Significa una ruptura de los equilibrios anteriores del poder. Un auténtico río subterráneo se ha formado desde el 1 de enero de 1994. La dinámica autonomista del EZLN comienza a extenderse por varias regiones de México y, yo diría, del mundo. El zapatismo, creo yo, no plantea una estrategia, no tiene un programa que sirva para organizar a los demás, no busca ser una vanguardia, no se presenta como un modelo a seguir, su objetivo, creo que el principal, es abrir espacios de participación política a la sociedad, a los movimientos y sus organizaciones. No tiene nada que perder, porque no tiene nada ni busca nada para sí mismo. Es más, posiblemente, como ellos mismos dijeron, una noche
desaparezcan de la misma manera como se dieron a conocer, en silencio, protegidos por la oscuridad.

Por eso, el zapatismo debe ser entendido, antes que nada como un puente, un puente que ayuda a quebrar la inmovilidad de la gente, que ayuda a desatar la energía humana hacia la rebeldía. Un puente que recupere lo que haya que recuperar; que no deja abandonado a sus muertos ni a los muertos de los otros ni a los muertos de siempre. Un puente donde vive el viejo topo de la revolución, que no se desmoraliza por vivir en tiempos no revolucionarios y que espera la mínima oportunidad para volver a saltar. El proceso que va de diciembre de 1994 (cuando surgen los municipios autónomos zapatistas) a 2018 ha sido el proceso que ha permitido a los pueblos zapatistas construir algo nuevo, realmente nuevo.

Partiendo del criterio de que lo fundamental no es una estructura gubernamental sino el trastocamiento del conjunto de las relaciones sociales que permitan que se construya una democracia desde abajo, que una democracia comunitaria controle no únicamente sus formas de gobierno, que han dejado de ser un puesto político y que ahora es un simple trabajo como cualquier otro, sino la vida misma.

La vida en sus expresiones más elementales, es decir las más cotidianas, las más importantes; la relación mujer-hombre, la relación seres humanos- naturaleza, la relación comunidades autónomas-indígenas partidarios, la relación educador-alumno/a, la relación sanador-enfermo, la relación seres humanos-medios de producción.

Construcción de la autonomía zapatista

Con esta metodología se han construido los municipios autónomos y la autonomía como tal. Ha habido algunos intelectuales de izquierda que quieren constituirse en los padres de la criatura y se atribuyen la paternidad de la
forma de autonomía que se ha construido en los territorios zapatistas. Esta atribución niega el principio básico de esta autonomía.

Los pueblos zapatistas construyeron la autonomía de acuerdo a lo que ellos consideraban que era lo mejor. No se inspiraron en nada ni fue producto de una lectura; se trató de su creación, producto de dos cosas que no pueden ser separadas:
a) La amplia tradición entre los pueblos originarios mexicanos de actuar en función de la comunidad. Es decir, la tradición comunitaria forma parte de su ADN, lo traen en la sangre y en su cosmogonía.
b) La existencia de una organización política militar que supo renunciar a una tradición vanguardista que formaba parte de la tradición de las organizaciones armadas latinoamericanas. Decidieron que la clave era callarse y escuchar.

Creo que es imposible hablar de las autonomías zapatistas sin entender una serie de fenómenos que pasaron y que siguen pasando:

1.- Los y las zapatistas entendieron que el carácter constituyente y soberano de la decisión de los pueblos indios no podía quedar reducido a la espera de una mejor coyuntura política que les permitiera volver a insistir en la necesidad de que el Estado reconociera, de verdad, el carácter multicultural y pluriétnico como está conformada la nación mexicana y con la legitimidad que les dio el método con el que se elaboró la Ley de Cultura y Derechos
Indígenas decidieron poner en práctica dichos acuerdos e incluso ir más adelante, o sea construir una autonomía mucho más avanzada.
2.- Las Juntas de Buen Gobierno (JBG) representan la construcción de nuevas relaciones sociales que buscan eliminar la diferencia que se establece tradicionalmente entre el que gobierna y los gobernados. Esas nuevas relaciones sociales rompen de una manera duradera con la relación mando-obediencia para generar unas nuevas: el mandar obedeciendo. Con esto, se está demostrando que es posible romper con la visión de que la tarea de gobernar requiere de una especialización y una calificación que solamente se puede lograr con la creación del político profesional.

3.- Con todo se establecen varios rubros específicos de la nueva forma de entender y aplicar la política:
a) Una permanente rotación en las funciones gubernamentales. “Claro que el plan no es que las juntas sean, para usar el término de las “sociedades civiles”, un desmadre. El plan es que el trabajo de la JBG sea rotatorio
entre los miembros de todos los consejos autónomos de cada zona. Se trata de que la tarea de gobierno no sea exclusiva de un grupo, que no haya gobernantes “profesionales”, que el aprendizaje sea para los más posibles, y que se deseche la idea de que el gobierno sólo puede ser desempeñado por “gente especial”. En efecto, casi siempre que todos los miembros de un consejo autónomo ya aprendieron lo que es el sentido del buen gobierno, hay nuevas elecciones en las comunidades y cambian a todas las autoridades. Los que ya habían aprendido regresan a la milpa y unos nuevos entran... y a recomenzar. Si se analiza detenidamente, se verá que se trata de todo un proceso donde pueblos enteros están aprendiendo a “gobernar”, señaló el Subcomandante Insurgente Marcos.
b) Una forma de organización social en la que se privilegia de verdad a los que menos tienen.
c) La reconstrucción de la economía moral de la población. En esa economía moral, el FMI o el Banco Mundial o el mercado no tienen el valor social que se les otorga en el resto del país. Se construye una economía de la resistencia en la que preceptos fundamentales como la educación, la salud, la distribución de los bienes –donde el valor de uso tiene mayor importancia que el valor de cambio-, la organización de la producción, etc. están planteados en
función de las necesidades de la gente y no actúa de la misma manera “la mano invisible del mercado”. “En tierras zapatistas no mandan las trasnacionales, ni el FMI, ni el Banco Mundial, ni el Imperialismo, ni los gobiernos de uno u otro signo. Acá las decisiones fundamentales las toman las comunidades. No sé cómo se llama eso. Nosotros lo llamamos zapatismo” (Subcomandante Insurgente Marcos: la velocidad del sueño, segunda parte)
d) Una forma de relación con el “otro” que rompe con la visión tradicional de que al “otro” hay que destruirlo. Por eso, de una manera, cada vez más constante, más comunidades no zapatistas reconocen la validez de dichas Juntas. Esto va recreando lo que fue descartado por el Estado mexicano, la reconstrucción de los pueblos indígenas.
e) Esto permite la puesta en práctica de una “sociedad compleja” –es profundamente reaccionaria la idea de que esto se puede hacer visto el carácter simple, llano, de la conformación de los pueblos indígenas- llenas de particularidades. En una Junta de Buen Gobierno conviven pueblos con idiomas, culturas y tradiciones diversas y, juntos, construyen su destino.
Pero no se trata de construir un falansterio zapatista.
No se busca construir un modelo de sociedad que se desconecte del resto del país y ponga enfrente todo lo que tiene de diferente del resto. “pero el nuestro no es un territorio liberado ni una comunidad utópica. Tampoco el laboratorio experimental de un despropósito o el paraíso de la izquierda huérfana”. (Ídem).

4.- Pero los Caracoles no tan sólo son resistencia sino también construcción. Si la característica esencial de esta fase neoliberal del capitalismo es el despojo (despojo del salario, de las pensiones, de la salud, de la educación, etc.) en contra de la clase trabajadora de todo el mundo, aquí no importa si uno vive en África o en Alemania, y si, además, ese proceso se hace más violento y sanguinario en contra de las y los trabajadores del campo y la ciudad que viven en los países más pobres; entonces, hay un momento en que la resistencia no basta, tiene que dar un paso adelante y comenzar a construir otras relaciones sociales que buscan la re-apropiación de la riqueza social que les pertenece: el territorio, los recursos naturales, el trabajo, etc.

5.- Las Juntas de Buen Gobierno podrían subtitularse “mientras tanto”. Nos esperan, nos necesitan. Pero ese acto de velar por medio de la resistencia no podrá mostrar todas sus potencialidades si el resto de la sociedad, con los pobres –la mayoría del país- como fuerza motriz fundamental, no reconstruyen la República (cosa pública), construyendo nuevas relaciones sociales, re-apropiándose de lo que han sido despojados, es decir, conquistando ese carácter constituyente y soberano que nadie puede expropiarle de manera definitiva. La lucha por las autonomías no puede ser algo circunscrito a los pueblos indígenas de México, no nos podemos conformar observando qué bien lo hacen en Chiapas. Esto tiene mayor importancia cuando el capitalismo ha logrado estructurar un modelo de dominación que si bien ha perdido los vasos comunicantes tradicionales que unían a los sectores sociales al poder, ha generado en su lugar la idea de que
el ciudadano, la ciudadana es cliente del Estado, interviniendo sobre todos los niveles de la vida, privatizando lo público y vulgarizando lo privado.

6.- Esto significa expropiar a los expropiadores. El poder político de la sociedad le fue expropiado por una pequeña casta. El Estado es también una creación humana, separó a la tierra del cielo. Pero, igual que en el terreno de la economía, las relaciones estatales se fueron cosificando, fetichizando, de tal manera que el Poder cobró vida, comenzó a bailar frente a nuestros ojos y se convirtió en algo ajeno, con vida propia para recrear las relaciones de dominio del capital sobre el trabajo. De esta manera el poder fue convertido en una cosa, un palacio, un lugar, una silla, buscando velar las relaciones sociales que lo sustentan.

El deterioro de la situación mundial ha permitido el agotamiento de un modelo de democracia representativa cada vez más separada de la sociedad. El fin de toda una época. Lo que sucede es que en su crisis vivimos su fase mórbida. Lo que hace más aguda la situación es que no existe ninguna posibilidad a corto plazo de que encuentren una resolución de esa su crisis, en tanto la clase política busca solucionarla en función de sí misma y no hay nadie, absolutamente nadie, dentro de los partidos, instituciones gubernamentales, etc., por lo menos en nuestro país, pero creo que se puede generalizar, que busque una solución por fuera de sí mismos

7.- Pero mal haríamos con el pensamiento zapatista si planteáramos que de lo que se trata es de construir muchos Caracoles en el país o en el mundo. La consigna no es, no puede ser, “uno, dos, tres, muchos caracoles”. Todo lo que se convierte en modelo empobrece por partida doble: a los que están haciendo la experiencia y los que quieren imitarla. Los caracoles son como diría Mariátegui: una creación heroica, ni copia ni calca. Los otros sectores sociales tienen que encontrar sus propios caminos, sus propias políticas para hacer su propia creación heroica. Aquí lo fundamental es desafiar y buscar construir la otra política. Ni la contra-política ni la anti-política ni el apoliticismo. Sino otra política. La de los que están cansados, hartos y rabiosos de ser subordinados.

Elementos de la Otra Política

Pero estamos hablando de lo que eran los pilares más sólidos de la dominación. Y estas mediaciones representaban la parte fundamental de la certeza revolucionaria o reformista. Esas certezas no existen más. Pero la incertidumbre no es sólo una vocación sino una realidad a partir de que todavía estamos en la fase inicial de un proceso de largo aliento.

Una teoría acabada sobre esto no tan sólo es una asignatura pendiente sino que existe la posibilidad de que siempre lo sea; por lo menos una teoría entendida como camisa de fuerza, que oblig a elaborar abstracciones, elimina las particularidades, empobrece la experiencia, limita las preguntas, prescinde de la capacidad de maravillarse por lo desconocido o inesperado, aniquila las contradicciones y mediatiza la práctica política.

Los zapatistas lo formulan así: “Nuestra reflexión teórica como zapatistas no suele ser sobre nosotros mismos, sino sobre la realidad en la que nos movemos. Y es, además, de carácter aproximado y limitado en el tiempo, en el espacio, en los conceptos y en la estructura de esos conceptos. Por eso rechazamos las pretensiones de universalidad y eternidad en lo que decimos y hacemos”.

Aquí es donde se encuentra lo fundamental del zapatismo, no en tal o cual forma que adquiere su otra política sino en la necesidad de la misma. Y esa necesidad está basada en varios elementos que aquí solamente señalaremos:
a) La crisis de lo que se conoció como Estado-Nación.
b) La crisis de las mediaciones que ese Estado generó para su dominio (los partidos, las organizaciones agrarias, las instituciones estatales de “mediación”, el corporativismo, el nacionalismo como ideología, etc.)
c) La crisis del carácter representativo de la democracia, que le expropia al ser humano su capacidad de decisión.
d) La irrupción violenta de la gente en los espacios reservados a los políticos profesionales. Lo que ha permitido que la brecha entre lo social y lo político comience a hacerse más tenue. Esa frontera formaba parte de la forma en que se entendía el mundo en la prehistoria, el siglo XX (como dice el difunto Subcomandante Marcos). Lo social le correspondía a los sindicatos, lo político a los partidos. Hoy existen millones de indocumentados –sin títulos, sin diplomas, sin certificados- en el paraíso de la política, mundo antes reservado a un selecto número de especialistas. El espacio de la política ha sido asaltado por millones de parias que no han leído a Max Weber.

Esta irrupción de energía social –a pesar de la “border patrol” (guardia fronteriza) en que varios pensadores de derecha y de izquierda se han convertido, espantados por la llegada de la plebe que además de no pedir permiso-está tomando el cielo de la política por asalto. Y eso que no significa otra cosa que la lucha por la Autonomía y la construcción de la misma. Recuperando la vieja idea que se expresó en el himno internacional de los trabajadores y trabajadoras en el siglo XIX: ni dioses ni césares.

Veamos ahora algunas características de la autonomía zapatista

Obviamente no puede haber autonomía, yo creo, si no hay territorio. El primer pilar es tener un territorio propio. Es muy difícil construir un proceso autonómico, si no tienes un territorio que controles; donde tú decidas.
  
El segundo es contar con un proyecto económico propio, que está basado en pequeña propiedad o propiedad individual, que sirve para la manutención de la familia, lo hacen con pequeñas huertas agroecológicas.

Luego las grandes extensiones de tierra donde es producción colectiva: ganado, maíz, café, miel, que funcionan de manera de cooperativa.

Hay también los bienes de consumo inmediato como pan, abono, fertilizantes que también funcionan con base en cooperativa. A excepción de lo que es comida diaria, todo lo demás es cooperativo.

Hay producción de café en los cinco caracoles y es muy bueno. Hay una parte del café que es de exportación, que es el otro criterio económico.

Exportan café y miel, por medio de redes de comercio justo. Todo lo que se obtiene vía cooperativas sirve para construcción de escuelas, de clínicas, de canchas de básquet. Todo lo que sale de la cuestión colectiva se aplica para la comunidad.

El tercer pilar es el político; el mandar obedeciendo. La conformación de gobiernos que están organizados a partir de asambleas en cada municipio y cada asamblea municipal está conformada por la asamblea de cada una de las comunidades. Al final más o menos llegan a la Junta de Buen Gobierno unos 21 compañeros y compañeras, y rotan cada semana y regresan a su comunidad.

Ellos dejan sus tierras y la comunidad trabaja sus tierras para que su familia tenga que comer. Y ellos reciben el pago de su transporte y es todo lo que reciben. La Junta también tiene su huerto y entonces allí hacen su producción para su comida diaria. Es un gobierno extremadamente barato.

El cuarto pilar es la educación, hay todo un proceso de formación de la gente con base en la idea de la economía solidaria, de la propiedad colectiva, del mandar obedeciendo. Hay un grupo muy numeroso de compañeros y compañeras que han sido formados como promotores de educación.

El quinto es que mucha gente se involucre en los procesos de conformación de la vida de la comunidad.

En el caso de las mujeres, al año tienen aproximadamente seis cursos de parteras, seis de hueseras y seis de hierberas. Yo estuve presente en un taller de 800 mujeres que estaban aprendiendo el uso de las hierbas. Y eso se refleja en las clínicas grandes que tiene cada uno de los 5 caracoles.

También tienen Bancos Autónomos. Hay tres Bancos que funcionan: uno en Morelia, otro en La Garrucha y uno más en La Realidad y la idea es que va a haber cinco. Y es para apoyar emergencias de la gente por casos de enfermedades o cuando hay muertos, o cosas así.

Trabajan con tasas de interés bajísimas y además con gran flexibilidad porque te dan un tiempo de pago de tres meses. Y en caso de que no lo puedas pagar se hace un estudio comunitario y puede asumir la deuda la comunidad. Tú pides individualmente pero quién te respalda es la comunidad.

Todo esto es un sistema de vida que aglutina, seguramente, a más de un centenar de miles de seres humanos.

Finalmente cuando se traslada uno de cualquier destino de México, en México hay 33.000 personas desaparecidas, de las cuales 6.079 son menores de 17 años; cada día 5 niños/as son asesinados. Entonces, y eso está dicho por
todo aquel que camina en los territorios zapatistas, tiene una sensación de descanso, de tranquilidad. Algo nuevo, mejor y bueno ya se construyó

Por eso estoy convencido que lo fundamental del cambio se ubica en la vida cotidiana, en la manera en que la juventud se está apropiando de esa autonomía y como la gente mayor con gran orgullo mira a esos jóvenes, sus hijos y nietos, que ahora son los que conducen el proceso desde una perspectiva igualitaria y plebeya. El reciente encuentro de mujeres, creo yo, es el mejor ejemplo. Algo nuevo, ya maduró, que se logró rompiendo todos los paradigmas de la izquierda tradicional mundial.

[Publicado originalmente en la revista Libre Pensamiento # 94, Madrid primavera 2018. Número completo accesible en http://www.rojoynegro.info/sites/default/files/LP%2094_web.pdf.]


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