jueves, 30 de agosto de 2018

Cuando el hambre se convierte en el móvil de los crímenes


Carlos D´Hoy

Kelvins Alexander Cabello Ibarra, de 28 años, estaba desempleado y para bandearse hacía diversos trabajos informales. En las mañanas compraba panes y los revendía al detal. En las tardes, limpiaba y barría las aceras de la urbanización Loira en El Paraíso y los comerciantes le pagaban con productos, algunas frutas o recortes de charcutería. Ese trabajo le permitía llevar algo de comer a casa, especialmente para su hijo de 11 años.

La tarde del 30 de mayo, Kelvins acababa de recibir el paquete de comida, cuando su tío Wilmer Ibarra quiso quitárselo. Ambos discutieron y de los gritos pasaron a los golpes. De pronto, el tío le clavó a Kelvins tres veces un puñal en el pecho Luego del ataque, Ibarra agarró la bolsa con las sobras y huyó. Kelvins ingresó muerto a un centro asistencial.

El 10 de mayo en La Vega una pareja de motorizados asesinó a Carlos David Vivas Azócar, de 19 años: el móvil del crimen fue el robo de una bolsa de comida de los Clap. Los motorizados lo asaltaron y le dieron dos tiros. Le quitaron la comida y la vida. Meses antes, Freddy Alexander Prieto Quintero, de 42 años, fue asesinado de una puñalada por su hermano, Juan Carlos Prieto Querales, para quitarle unos panes rellenos con queso que preparaba para sus sobrinas y su mamá.

Kelvins Cabello y Freddy Prieto eran, según reportaron sus familiares, dos de los 8 millones de venezolanos que comen dos o menos veces al día, de acuerdo con los datos recopilados en la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi). Este estudio también determinó que, para al año 2017, 9 de cada 10 venezolanos no podían pagar su alimentación. Esta encuesta además arrojó que la población venezolana ha sufrido un empobrecimiento alarmante en últimos cuatro años: pasó de 48,4% de sus habitantes en condiciones de pobreza en el año 2014 a 87% en 2018; el incremento de la pobreza extrema subió de 23,6% a 61,2% en el mismo período.

A juicio del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), la falta de alimentos en los hogares venezolanos está complicando  la convivencia familiar. “Los pocos productos que pueden comprar son racionados o reservados para determinados miembros de la familia (los más pequeños o los enfermos) y cuando alguno incumple esas reglas, se producen situaciones de conflicto y violencia, como los casos de una madre que le quemó las manos a su hija por tomarse el tetero de su hermana u otra que quemó los labios a un hijo por comerse durante la noche el poco alimento guardado para toda la familia”, indica el informe 2017 elaborado por la organización.

La violencia del hambre

Los anteriores son tres de los casos recopilados por Runrun.es y Monitor de Víctimas en los que el hambre y la violencia tuvieron desenlaces fatales. Aun cuando en la mayoría de las oportunidades las peleas no llegan al extremo del asesinato, organizaciones no gubernamentales y especialistas en el tema de la violencia han detectado un incremento en los conflictos vinculados al hambre en las familias venezolanas.

Verónica Zubillaga, docente de la Universidad Simón Bolívar y especialista en el área, destaca que la violencia vinculada al hambre se ha hecho más común en la medida en que la carestía y alto costo de la vida se han ido agravando. Hoy muchos venezolanos no pueden acceder a los alimentos básicos, el salario mínimo no alcanza para alimentar a un grupo familiar, el desempleo es cada vez mayor y no hay perspectivas de que la situación vaya a mejorar. “Ante este panorama, muchos terminan tomando medidas desesperadas para garantizar el alimento y que pueden contextualizarse como la parte más cruda de la lucha por la supervivencia”, señala. Agrega, además, que en un contexto de desesperación y frustración cualquiera que tenga alimentos se convierte en un objetivo, no importa si es un familiar, un desconocido, o un camión que circula por la vía. “La desesperación motiva acciones que bajo otras circunstancias no realizaríamos”.

Por su parte, Javier Gorriño, director de Seguridad Ciudadana de la alcaldía de El Hatillo y ex PTJ, agrega que hasta hace poco los hechos de violencia vinculados con la alimentación y los hurtos famélicos eran delitos poco comunes. “No llegaban a ser 1% de las faltas;, hoy nos encontramos con que son cosa de todos los días”, apunta. “En mi experiencia como policía poco nos encontrábamos con robos de comida durante los asaltos. Hoy es común que los ladrones, además de cargar con los objetos de valor, terminen llevándose todo lo que hay en las neveras y despensas de las casas donde roban”. El jefe de seguridad de El Hatillo agrega que “la comida se convirtió en un producto escaso, valioso y muchas veces inalcanzable, por lo que conseguirlo genera mucho estrés entre quienes menos tienen. En la medida que avanza la crisis vemos a muchas personas desesperadas quienes ante la impotencia terminan robando, maltratando, hiriendo y hasta matando con tal de cubrir su necesidad”. “El hambre es tan fuerte que es el principal detonante de la migración, debido a ella tenemos esa cantidad de personas que huyen del país. Escapan del fantasma del hambre” agrega el funcionario.

Niños víctimas del hambre

Fernando Pereira, directivo fundador de Cecodap, menciona a los niños como otro elemento en la ecuación de la violencia y el hambre. “Cada vez escuchamos con más frecuencia denuncias de casos en los que el hecho violento estuvo motivado por la dificultad de alimentar a los niños”, dice. Aclara que Cecodap aún no posee estadísticas oficiales sobre el tema.

La comida se convirtió en el principal motivo de estrés de la familia venezolana promedio y en el detonante de peleas en los grupos familiares. La crisis ha golpeado con particular dureza a la familia de escasos recursos, que hoy en día no cuenta con apoyos para superar la escasez de alimentos. “No es solo que no hay, sino que no pueden acceder a lo poco que se consigue”, acotó Pereira. Asegura que lo grave es que se castiga a niños y a adolescentes por comer. “Vemos a madres y padres quienes no tienen la capacidad de contenerse y agreden a sus hijos o sobrinos, porque esperan que los menores tengan  la capacidad de control que no tienen, ya que que se encuentran en plena etapa de crecimiento en la que comer es una necesidad fisiológica, no un acto de voluntad. Al no controlarlos, los martirizan porque no dejan de llorar por el  hambre que tienen. Los agreden, golpean, queman y hasta los matan porque se comieron algo que era del padre o de sus hermanos”, señala.

Pereira agregaque, además del tema de la violencia, en el otro extremo se encuentra a la familia desesperada que, consciente de que no tiene cómo alimentar a sus hijos, busca quien pueda atenderlos. “Hemos notado un incremento en los casos de familias que llevan a sus niños a instituciones, casas hogares e iglesias para entregarlos porque no pueden seguir manteniéndolos”, subraya.

También están los casos de las madres que emigran buscando dinero para mantener a sus hijos, a quienes dejan bajo el cuidado de abuelas que no tienen la fuerzas o capacidad para criarlos, ahora bajo condiciones mucho más difíciles. “Y finalmente está la expresión más cruda de esa realidad, que son los niños de la calle, quienes fueron abandonados por sus familias y desde pequeños se ven obligados a sobrevivir por su propia cuenta, en un reflejo de indolencia y crueldad de la sociedad. La violencia provocada por el hambre tiene muchas caras”, concluye Pereira.

En las cárceles es común morir de hambre

En la medida en que las condiciones de vida se complican y la obtención de alimentos se hace más difícil, el valor de la comida se hace más elevado. Ejemplo de ello son los centros de detención policial donde es considerada como uno de los bienes más preciados. “La muerte por hambre se ha convertido en un lugar común en los calabozos policiales donde se encuentran más de 33.000 personas detenidas, a pesar de que tienen un capacidad de 8.000 presos. Con un hacinamiento de 412%, 72% de los detenidos presenta sarna, 18%  tiene afecciones pulmonares; apenas 10% está en buen estado de salud y casi todos se encuentran subalimentados”, señala Humberto Prado coordinador del Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) .

Prado dice que,entre el 2016 y julio de 2018, las muertes por desnutrición y tuberculosis en los calabozos policiales superan las 60. “Las cifras pueden ser mayores, ya que a la hora de ser trasladados a las morgues, las actas de defunción reflejan causas como paro respiratorio o cardíaco, cuando los familiares terminan denunciando ante periodistas y las ONG que hacen seguimiento a los casos que la muerte fue provocada por hambre”. Asegura, además, que la comida o la falta de ella es el detonante común de motines, peleas y asesinatos.

Tal es el caso de la muerte de Wilson Torres, quien fue asesinado en los calabozos del Cicpc en Valencia, estado Carabobo el pasado 23 de abril. Torres recibió una golpiza propinada por sus compañeros luego de que le robara la comida a uno de ellos. El robo en un calabozo es una falta grave: a causa del hambre Torres aprovechó un descuido de uno de los líderes de la celda y le quitó parte de la comida. Lo descubrieron y la falta terminó costándole la vida.

La comida: El nuevo botín de guerra

El robo de comida por parte de los funcionarios que actúan en operativos policiales es una de las acusaciones que más se repite entre los familiares de las víctimas de esas acciones. La denuncia no tiene distinción de organismo, abarca a la Fuerza de Acciones Especiales, (FAES), al Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc) y a la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).

Verónica Zubillaga señala que este tipo de hechos ejercidos por policías se asemeja más a la toma de un botín de guerra que a un robo. “Es una conducta que se genera entre los organismos policiales cuando tienen carta blanca para asesinar impunemente, en poco tiempo comienzan a desarrollar comportamientos típicos de contextos de guerra. Bajo esa visión no se trata de delincuentes que deben detener vivos, sino de enemigos a los que hay que eliminar y no son casas, sino bases enemigas”. Explica que una vez culminado el supuesto enfrentamiento y la vivienda ha sido tomada, todo lo que hay allí forma parte del botín de guerra que pertenece a los vencedores. “En la situación concreta por la que atraviesa Venezuela, observamos que este botín no solo comprende objetos de materiales, encontramos algo que tiene un gran valor en tiempos de crisis: la comida”, dice la investigadora.

Opciones para un país que se hunde

Al ser consultados sobre las opciones que vislumbran para superar la situación de hambre y  violencia que afecta al país,Fernando Pereira señala que, desde su perspectiva, la situación actual es muy difícil manejar. “Hay una realidad estructural que requiere de soluciones macroeconómicas que impacten en la microeconomía de las familias, cosa que no se ha dado. Hasta los momentos no hay perspectiva de que se tomen medidas dirigidas a atender los graves problemas que causaron la crisis que vivimos, por lo que la perspectiva es preocupante”. Critica que lo grave es la carencia de un tejido destinado a proteger a las familias en momentos de crisis, tal como lo establece la Lopna. “No hay programas sociofamiliares para apoyar a quienes que pasan por situación de privación y eso ha impactado tremendamente en las familias más pobres”.

Por su parte, Gorriño asegura que nunca antes se había visto una situación similar. “El hambre se confunde con la anarquía. Es necesario tomar las medidas económicas, sociales y políticas pertinentes. Sin ese aporte, es difícil que logremos superar este bache y cavaremos más profundo en esta terrible situación”. Zubillaga considera que la violencia vinculada al hambre terminaría una vez se tomen las medidas necesarias para reactivar la economía y se ataquen directamente las causas de la crisis que afecta al país. “Cuando se supere el problema económico, se logre estabilidad, se derrote la inflación y se reactive la producción, la gente comenzará a desarrollar otro tipo de prácticas, bajarán los niveles de estrés y se controlará este tipo de hechos violentos. Mientras eso no suceda, la crisis seguirá agravándose y veremos más violencia”.

[Tomado de https://observatoriodeviolencia.org.ve/cuando-el-hambre-se-convierte-en-el-movil-de-los-crimenes.]



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