jueves, 10 de mayo de 2018

Ni una sola mujer muerta por aborto clandestino



Comisión de Género – SROV Lomas de Zamora, FORA (Argentina)

El estado patriarcal con sus veedo­res eclesiásticos nos obliga a muchas a morir en la más absoluta soledad, nos deja desprotegidas y mar­ginadas ante nuestra decisión de elegir o no la maternidad en el momento que así lo consideremos. No somos gallinas ponedoras, somos mujeres con derecho a decidir. Una gran parte de la sociedad se llena la boca oponiéndose a una rea­lidad existente. Las mujeres abortamos y lo hacemos sin su permiso, lo hemos hecho durante siglos y la iglesia lo sabe muy bien ya que ellos mismos lo practi­caron en los sus conventos.

La criminalización del aborto dificul­ta también el acceso al aborto no puni­ble, que ya está legalmente reconocido. Sospechas, condenas éticas y religiosas y demoras administrativas suelen dila­tar, sino obstaculizar completamente, la garantía de este derecho. La falta de implementación de protocolos de abor­to no punible, en las provincias, implica el incumplimiento de la sentencia F.A.L. (2012) de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
 
El aborto legal, por el contrario, ayuda­ría a evitar injusticias y representa un paso adelante en la lucha contra la vio­lencia institucional.

Abortar en la clandestinidad significa someternos a más violencia y riesgos, fomentar un sistema de lucro servil al capitalismo más cruel y discriminacio­nes de todo tipo. Aborto legal, en este sentido, implica seguridad.

Exigimos a todos los falaces que dicen defender la vida a que lo hagan. No que­remos seguir muriendo ni aumentando la riqueza de un mercado hostil que nos utiliza y que encuentra en la ilegalidad un negocio lucrativo.

Nuestra lucha no se estanca ni se con­forma sólo en reclamarle una ley al estado, sino que en sociedad, la ley, es la manera naturalizada de incorporar las prácticas cotidianas y dejar de es­tigmatizar nenas y mujeres que deci­den no seguir adelante con el embarazo que acarrea su propio cuerpo. Cuando las leyes que recaen sobre el padre au­sente, son mínimas y flexibles. El hom­bre sí tiene naturalmente el derecho a abortar. Y el sistema de leyes ampara al hombre y sanciona moral y penalmente a la mujer.

Basta de usar nuestros cuerpos para la satisfacción del mercado.

Somos mujeres, somos anarquistas y somos libres.

[Publicado originalmente en el periódico Organización Obrera # 74, Buenos Aires, mayo 2018. Número completo accesible en https://mega.nz/#!dJwjhACY!0PnPHBwQRiMs3x-yK-optCxi8Y5dwuaIMH890lSPSLc.]


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