domingo, 5 de febrero de 2017

A Dios rogando y en la entrepierna tocando


Solidaridad Obrera

Un año nuevo ha empezado, pero la iglesia católica, por mucho Papa marketing que nos presenten, continúa siendo la misma. Los prelados más rancios siguen pregonando a sus anchas qué debemos hacer con nuestras vidas sin ningún respeto ni tapujo. Así es que ante su maltrato moral, no pondremos la otra mejilla, al contrario.

El obispo de Vic, Romà Casanova, se ha despachado a gusto. Ha proclamado estar en contra del «individualismo y hedonismo» social porque reduce el número de nacimientos. Sobre los que nacen, también ha criticado el retraso de los padres en bautizarles porque ellos «y la comunidad cristiana son los responsables de iniciar a los niños en la fe recibida». El colofón lo ha puesto con la habitual denuncia de tildar como genocidio los abortos. Habrá que recordarle quién bendecía los asesinatos fascistas o preguntarle cuantos posibles obispitos ha dejado correr por los desagües. Quizá su preocupación se deba a que cada vez encuentra menos carne tierna en su menú o a que ya no tenga canónigos que tragarse.

Por su parte, un habitual, el arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ha tildado de “colonización” el proyecto de ley integral del reconocimiento del derecho a la identidad y expresión de género del Gobierno valenciano. Según él, educar a los niños bajo una sociedad con ideología de género es “una maldad” porque es “adoctrinar”. Aunque considera “auténticos demócratas” a quienes la promueven, advierte de que no le gustaría que “se convirtiesen en dictadores o tiranos”. En medio de ese alarmismo malintencionado ha pedido a la comunidad eclesiástica una “lectura fiel del magisterio de la Iglesia, sobre el hombre y la familia” para aplicar su propia doctrina “en su extensión y hondura”. A saber si detrás de la colonización, extensión y hondura hay un mensaje oculto de sus deseos y los lanza subliminalmente para no caer en perjurio.

Para finalizar, otro arzobispo, Héctor Aguer, de La Plata (Argentina), esta vez paisano del Papa, no se ha quedado corto. Ante la oleada de asesinatos machistas ha declarado que «la racha de los nuevos feminicidios tiene que ver con la desaparición del matrimonio» porque «dignificaba a la mujer y la ponía en un lugar de igualdad con el hombre», señalando que el grado de violencia hace unos años «no era como el de hoy». Sobre los abusos sexuales a los niños ha manifestado que es por culpa de «la disolución del vínculo familiar». Cuestionado sobre el caso de un sacerdote compatriota suyo, Julio César Grassi, promotor de la Fundación Felices los Niños, involucrado en abusos infantiles y corrupción de menores, ha declarado que «aunque sea un demonio en su conducta, es miembro de la Iglesia». Afortunadamente, ha sido condenado a 15 años de prisión. Seguro que no habrá gritado «¡Aleluya!».

[Publicado originalmente en el periódico Solidaridad Obrera # 366, Barcelona, febrero 2017. Número completo accesible en www.nodo50.org/cntcatalunya.]


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