jueves, 23 de abril de 2015

El culto a la personalidad























Humberto Decarli

Hay una estricta correspondencia entre una sociedad escasa de institucionalidad democrática y el culto irracional a un líder. En la medida de una mayor ausencia de estructuras formadas para una teleología determinada se cubre ese vacío a través de un liderazgo mesiánico capaz de completar la laguna dentro del poder mismo.

Antecedentes revolucionarios

La revolución burguesa nacida con la secesión de Holanda de España, continuada con la del parlamento en Inglaterra, la francesa y la gloriosa del Reino Unido, fueron movimientos mediante los cuales una clase social emergente, la burguesía, alcanzaba el poder político porque ya poseía el económico.

Cuando Oliver Cromwell inició la rebelión del parlamento británico en contra de la monarquía se gestó una iniciativa orientada hacia la disminución de las potestades del rey pero terminó en una dictadura de ese líder culminada con su muerte. La revolución francesa se jacobinizó en la época del terror y concluyó con el Thermidor y el golpe del Directorio, preámbulo del futuro imperio napoleónico. Ambas experiencias terminaron en regresiones.

La denominada Revolución Gloriosa dio un giro para configurar un régimen parlamentario con autonomía de poderes limitando a la figura del monarca a ser un símbolo del país pero sin decisión alguna. El poder se originaba en la Cámara de los Comunes, designadora del premier y el gabinete ejecutivo quien llevaba el eje gubernamental. Conformó las bases políticas de la democracia representativa.

La revolución bolchevique se produjo cuando el zarismo es vencido en la Primera Guerra, coyuntura aprovechada por un agudo Lenin quien a la cabeza de un partido de profesionales de la política asumió el mando. La consigna de todo el poder para los soviets no pasó de ser un eslogan declarativo porque el partido leninista asumió todo el dominio junto a las fuerzas armadas.

Hubo una reacción de los marinos de Kronstandt en 1921, los mismos que tres años antes habían apoyado la toma del Palacio de Invierno porque después se sintieron defraudados por los resultados despóticos del bolchevismo. Zinoviev y Trotsky encabezaron la sofocación a sangre y fuego de esta insurrección. Irónicamente fueron asesinados por Stalin, en una purga de los años veinte y en México en los tempranos cuarenta, respectivamente. Saturno se tragaba a sus hijos, la estructura deglutía todo. 

No incluyo en estos precedentes a la Revolución Americana ni la independencia latinoamericana por diversas razones. Estados Unidos fue realmente una extraterritorialización del poder inglés y a pesar de pinceladas autonómicas en materia de libertad fue muy poco lo aportado porque la situación de los esclavos, la mujer y el ambiente fue terrible. Apenas si la experiencia de Roger William en una de las colonias fundadoras, Rhode Island, fue una extraviada Arcadia.

Asimismo, América Latina tampoco tuvo rasgos de revolución alguna. Las élites criollas expulsaron a los peninsulares para asumir completamente el poder manteniendo intacta la situación de exclusión ejercida por los españoles hacia el resto de los estamentos de la sociedad colonial. Además, como lo asevera el historiador cubano radicado en México, Rafael Rojas, en su obra Repúblicas del Aire, no hubo un aporte ideológico eficaz de los teóricos de la región a las ideas revolucionarias mundiales. Francisco de Miranda, Andrés Bello, Simón Bolívar, Manuel Lorenzo de Vidaurre, Félix Varela ni José Servando de Meier, entre otros, no generaron proposiciones originales porque se limitaron a oscilar en sus planteamientos entre la revolución francesa, la americana y la inglesa.

El poder como relación social

El poder es una relación entre los humanos donde unas personas ordenan y una mayoría obedece. Es el hacerse obedecer previo aún al esquema capitalista porque el Estado existió antes de las revoluciones burguesas.

Está más que estudiado el poder como el enigma contemporáneo cuyas expresiones se han metamorfoseado pero en la actualidad son más eficaces. Como lo ha analizado las investigaciones del posestructuralismo francés y en especial Michel Foucault, el capitalismo iniciático se fundamentó en la praxis de la disciplina para el sometimiento y para ello apeló a la policía, el ejército y al derecho, vale decir, la operatividad del aparato estatal con la coacción inherente a su naturaleza.

Ahora, mientras más avanzada sea una sociedad, se emplea el poder de control materializado por la vía de los medios de difusión de masas y otros dispositivos intangibles para mantener a los seres humanos bajo un fulminante aplastamiento. La realización de prácticas sociales formadoras de subjetividades y de una simbología de escepticismo y conformismo, constituyen la resultante de una estructura exitosa en este momento, en las naciones más avanzadas. Es mejor que la apelación a la violencia y a la coercibilidad porque tiene un menor costo de todo tipo y paraliza a la gente voluntariamente. Louis Althusser fue limitado cuando empleó el término ideología como sinónimo de versión falsa del mundo porque la verticalidad ahora no requiere mayores engaños sino la acentuación de lo superfluo de cualquier esfuerzo liberador.

El poder de control no reside solamente en el Estado sino en cada instante de nuestra cotidianidad. Su presencia es omnímoda, como lo ejemplifica Foucault, apreciable en todas las instancias posibles. En la escuela, en el hospital, en la fábrica, en el cuartel, en la relación machista entre hombre y mujer, el patriarcado en la familia y muchos otros estadios. Es la microfísica del poder, fáctica de la realidad cotidiana; es el panóptico global como metáfora de la concepción carcelaria de Jeremías Bentham.

La concentración de poder

El poder, en su expresión más procaz, emplea la obligación como alfa y omega de su esencia. Se condensa en un petit comité, un buró político, una junta militar o en una persona. La monarquía absoluta era el paradigma de la manifestación de un agujero negro, para decirlo en el lenguaje de la física contemporánea, vale decir, la densidad total del poder en un líder.

El Rey Juan sin Tierra se vio limitado por los señores feudales hartos de sus impuestos y luego de presiones acordaron un tratado llamado Carta Magna. A pesar de diferentes vaivenes en su aplicación la autoridad se vio erosionada con las consecuencias de ceder parte de sus potestades.

Como antes lo aseveramos hubo en la insurgencia burguesa altibajos entre iniciativas de fraccionamiento del dominio y vueltas a la dictadura. Verbigracia, el radicalismo desembocado en autoritarismo en Francia y el despotismo de Óliver Cromwell después de la rebelión del parlamento en Albión.

Quizá la mayor excepción fue la Revolución Gloriosa británica que ordenó los fundamentos de la democracia representativa. Este modelo político fue vapuleado en Alemania, Italia, España y Portugal durante el siglo veinte porque en estas naciones se instalaron esquemas autoritarios ante el fracaso de la República española, la monarquía italiana y de la República de Weimar, formalmente democráticas pero con colapsos económicos y políticos que dieron al traste con esas experiencias.

Rusia varió de un zarismo despótico a un bolchevismo similar; China pasó de un Sunt Yan Se liberal a la dictadura de Chiang Kai Shek y la gestión de Mao Ze Dong, aún vigente con los herederos del autor de la masacre de la Plaza Tianamen, Deng Xiaoping.

América Latina, salvo Brasil, tuvo un origen violento cuando los criollos desplazaron a los hispánicos como clase dominante en sus respectivas sociedades. Fue traumático el nacimiento de los países del hemisferio occidental como fue el caso de Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Centroamérica y México.

Al cumplirse la secesión de España los causahabientes se instalaron como dueños del nuevo escenario y lo manejaron a discreción. México con su emperador Iturbide, el caudillo Vicente Guerrero y el populista más despiadado, Antonio López de Santa Anna. Venezuela partió de la Cosiata para que las oligarquías caraqueñas y valencianas con los cuadros militares superiores se adueñaran del país. Iguales procesos se repitieron en Colombia y Ecuador.

Haití tuvo una experimento distinto porque hubo un rompimiento cultural con Europa por haber existido una profunda cultura africana lo cual no se dio en el resto del continente donde los herederos del imperio se consideraban europeos aunque no lo eran.

Las sociedades cerradas y con escasa consciencia generan poca institucionalidad y el poder, para mantener su vigencia, necesita contraerse y en los casos más extremos se materializa en un líder, al cual hay que otorgarle una idolatría y de esa forma poseer un símbolo apto para lograr la sumisión.

Múltiples manifestaciones del culto al líder

Hay variados casos del fetiche del dirigente. En el nacionalsocialismo alemán Adolfo Hitler fue el epicentro de la orientación de la sociedad teutona y en torno a su imagen el ministro de propaganda Goebbels construyó el aparato germano de dominación. Mussolini lo fue en Italia previamente y en su representación elaboró el proyecto fascista.

En el plano del socialismo autoritario existen bastantes dirigentes elevados a deidad. Stalin, el hombre de acero, fue el dictador que hizo tangible la famosa frase del monarca galo Luis XIV, “el Estado soy yo”. Fue escalando dentro del partido comunista luego de la muerte de Lenin y alcanzó eliminar progresivamente a los viejos bolcheviques incluyendo al de mejor formación intelectual, León Trotsky. Tuvo una espantosa dictadura plagada de crímenes, genocidios, gulash, perseguidos y torturados en campos de concentración.

Mao en China fue otra expresión insólita de hombre iconizado por el pueblo. Fue el Gran Timonel y basado en su figura llegó a cometer verdaderos disparates como el gran salto hacia adelante y la revolución cultural proletaria. Esta última fue un intento de apelar a las bases para vencer la burocracia del partido comunista (el presidente Liu Shao Shi, el vicepresidente Chu Teh, el alcalde de Pekin Peng Chen, el secretario general del partido Ten Siao Ping como lo catalogó la antigua fonología y del héroe de la guerra de Corea, Pen De Huai). Fue una amplísima purga para retomar el trono e imposición de un autoritarismo sin límites.

El mariscal Tito en Yugoslavia y Enver Hoxa en Albania, fueron quienes asumieron este rol en la tentativa de sostener una nación abigarrada como la de los eslavos del sur (Serbia, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro, Bosnia Herzegovina, Vojvodina y Kosovo) y otra aislada del mundo excepto el haber sido el único aliado gubernamental del maoísmo fuera de China, respectivamente.

Kim Il Sung en Norcorea emergió como un dios para arrollar ese país. Su gran y dudoso aporte al marxismo, la idea Zuche, no pasó de una perogrullada y mediante la creación de un formidable Estado policial mantuvo la tutela de esa sociedad. Se mantiene a través de sus sucesores, el hijo Kim Sung Il y el nieto Kim Jung-un, quienes tienen menos carisma pero han afinado el militarismo.

Fidel Castro en la mayor de las Antillas configuró un eficaz aparato castrense y su culto aún permanece a pesar de su retiro por salud. Es quien decide absolutamente todo y la ideología oficial lo ha provisto de infalibilidad. Ha sido sin dudas una personalidad atractiva que ha atrapado al pueblo de la isla.

Durante la guerra fría en los países recién descolonizados se produjo también este fenómeno debido a que las élites reemplazantes de la metrópolis eran escasamente democráticas y con un presidente fuerte consolidaron la independencia. Achmed Sukarno en Indonesia, Sekou Touré en Guinea-Conakry. Ahmed Ben Bella en Argelia, Nkwame Krumah en Ghana y Modibo Keita en Mali, fueron gobernantes carismáticos apuntando en esta dirección.

Mención especial merece el tiempo del panarabismo. El rey Farouk en Egipto fue defenestrado por una logia militar encabezada por Mohamed Naguib, llamada los oficiales libres. Este oficial tenía en sus proyectos crear un esquema parlamentario tipo europeo pero pronto fue derrocado por un coronel de su grupo,  Gamal Abdel Nasser.

Su mandato, desde 1953 hasta su muerte acaecida en 1970, se caracterizó por el autoritarismo en lo interno y una política exterior hábil que lo hizo aliado de la Unión Soviética para comprarles armas y construir la represa de Asuán. Dio un buen aldabonazo cuando en 1956 nacionalizó el canal de Suez aunque fue invadido por una fuerza anglo-francesa e Israel aprovechó para ocupar la península del Sinaí. Estados Unidos presionó a sus aliados del viejo continente para abandonar el canal y evitar así un desplazamiento egipcio totalmente hacia Moscú.

En 1958 formó un Estado con Siria, la República Árabe Unida, roto por un golpe en Damasco en 1961. En 1962 intervino en Yemen para apoyar la deposición del último imán por parte del coronel Abdullal Al Sallal. Se enfrascó allí en una guerra interna que culminó con un arreglo a Arabia Saudita.

Su modelo económico hizo aguas lo cual lo constriñó a buscar una confrontación bélica como pieza de salvación. Provocó a Israel bloqueando el puerto de Eliah en el golfo de Acaba y forzó el retiro de los cascos azules de las Naciones Unidas. El resultado fue el desastre conocido por todos, la guerra de los seis días. Hizo una maniobra al presentar su renuncia calculada que fue rechazada por la gente. El imán de su personalidad sedó a las masas árabes y estimulando un nacionalismo atrapó a la gente pero un infarto dio fin a su vida en 1970.

El anciano rey Idris fue desplazado por un grupo de militares jóvenes encabezado por Muammar Gadafi. Implantó un régimen de terror internamente y con los petrodólares percibidos luego de la guerra del Yonkipur financió grupos radicales de la forma más caprichosa. No pudo exportar su proyecto personalista expresado en el Libro Verde porque no tenía fuerza política ni militar para hacerlo. Ni siquiera pudo vencer al Chad cuando pretendió anexárselo mediante un esquema de fusión. Terminó linchado por su misma gente luego de una larga insurrección y el sabotaje de Occidente.

El caso de Robert Mugabe es patético. Al romper con los británicos, se llevó por delante a otros luchadores contra los colonizadores, tales como Abel Murozawa, obispo anglicano, y el marxista Joshua Nkomo. De héroe de la independencia de Zimbawe del Reino Unido, se convirtió en un megalómano dictador. Todavía, siendo octogenario, mantiene un ciclópeo modelo autoritario en su país con las peores consecuencias como inflación, persecución política e intolerancia. Es otra muestra de cómo quienes dirigieron la separación de la metrópolis se han comportado peor que los colonialistas.

En nuestra región se produjo una eclosión personalista en el caso del coronel Juan Domingo Perón, aunado al de su compañera Evita Duarte, líderes de los descamisados argentinos. Hay que reconocer, además de su efervescencia personal, la base social por el respaldo sindical de las 62 organizaciones como elemento de sustentación de su gobierno.

Argentina al finalizar la segunda guerra tenía un Producto Interno Bruto superior al de Canadá, gracias al ingreso extraordinario del trigo como consecuencia de la devastación bélica que había ocasionado una elevación de los precios de ese cereal. Sin embargo, similar a Venezuela en la actualidad, el país austral fue a la quiebra adicional a una hiperinflación y una profunda recesión por un modelo económico capaz de destruir a la economía más sólida.

No obstante, después de su muerte el peronismo sigue dirigiendo a la nación austral y las personas han sido subyugadas por un militar atractivo pero sin ninguna formación interesante. Aquella frase de “ladrón o no ladrón, queremos a Perón” sintetiza el afecto irracional de la gente hacia este líder.

Desde los años cincuenta del pasado siglo los americanos, en el contexto de la confrontación Este-oeste, apelaron a los regímenes militares como mecanismo válido para mantener sus intereses en América Latina. Emplearon a diferentes altos oficiales para amalgamar la dirección del país. Fueron, mutatis mutandi, distintos militares, unos carismáticos y otros no, para asegurarse el control del hemisferio. Leónidas “Chapita” Trujillo, Anastasio Somoza, Alfredo Stroessner, Francoise Douvalier, Fulgencio Batista, Manuel Odría, Marcos Pérez Jiménez y Rojas Pinilla, fueron los más connotados militares quienes ejercieron el mandato con la mayor represión.

Caudillismo en Venezuela

Nuestro país ha sido una fuente de caudillos y hombres fuertes. La independencia de Venezuela descrita por la historia tradicional se reduce a las batallas haciendo abstracción de cualquier otro aspecto que no fuere el bélico. Los héroes son militares y el ostracismo se ha apoderado de los representantes civiles del proceso de secesión de España.

El nacimiento del Estado venezolano se da por la violencia y los uniformados, aliados a las oligarquías valenciana y caraqueña, se apoderaron de la nación. El funcionario estaba por encima de la institución, la figura del hombre portentoso determinaba el devenir prescindiendo de cualquier forma organizativa. La voluntad del líder prevalecía para la toma de decisiones.

Es necesario acotar que Simón Bolívar mantenía una férrea dictadura en Bogotá y tuvo que irse por la presión política cuando lo sorprendió la muerte en Santa Marta. Los caudillos venezolanos encabezados por Páez y después los Monagas, siguieron la tradición vertical iniciada con el primer dirigente popular venezolano, el sanguinario José Tomás Boves. 

Finalizada la guerra federal el país cayó en manos de militares continuado al inicio del siglo veinte con Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Después de cierta apertura con el postgomecismo, López Contreras y Medina Angarita, se presentó una férrea dictadura presidida por Marcos Pérez Jiménez con orientación desarrollista. Este oficial no tenía carisma y por tal razón no ganaba elecciones y por ende, implementaba fraudes.

Derrocado el oriundo de Michelena, se estableció en el país un esquema democrático formal con fundamento en cinco factores de poder (militar, eclesiástico, sindical-C.T.V., empresarial-Fedecámaras, y partidista-AD y COPEI esencialmente).

El principal caudillo fue Rómulo Betancourt quien encabezaba al partido blanco y era seguido de manera incondicional por su militancia. Era increíble que quienes estuvieron en la clandestinidad contra Pérez Jiménez tuvieron que entregar la dirección de la organización a la vieja guardia regresada del exilio. Además, la Junta Patriótica no fue tomada en cuenta para la gestión de reemplazo transitorio, la presidida por otro militar, Wolfgang Larrazábal.

El otro dirigente fundamental fue el socialcristiano Rafael Caldera con un claro dominio en su organización donde siempre tenía la última palabra. Es de hacer notar que en los partidos políticos venezolanos siempre se seguían personalidades y no ideas. En el MAS había teodoristas, en Causa R maneiristas, en URD Jóvito Villalba era el indiscutible y en general esa era la directriz general de esta perversa dinámica.

Empero, con la llegada de Hugo Chávez se profundizó el culto al mesías. Un militar, significante de la mano dura, concretó en su activismo una suerte de justiciero igualador para simbolizar la identificación con la subjetividad social del venezolano, misógina, machista, homofóbica, histriónica y mesiánica. Junto a su adoración por parte de tirios y troyanos, dirigencia y pueblo, se le endilgó muchos epítetos para robustecer su imagen, “papá de los pobres”, “comandante eterno”, “el gigante”, “el galáctico” y muchos otros, al igual que Gómez fue “El Benemérito”, Guzmán Blanco ”el civilizador”, Cipriano Castro “el restaurador” y así por el estilo.

El empleo de adjetivos para nombrarlos con una calificación es similar a Stalin como “el padrecito”, Fidel Castro como el comandante con lemas tales como “comandante en jefe, ordene” o la cursi “cuando un pueblo viril ruge, la injusticia tiembla”, Francisco Franco fue “el Caudillo del Ferrol”, Mao el “gran timonel” y todos esos personajes imantados requieren incrementar sus facultades para de esa manera alcanzar la identificación con el hombre promedio.

Colofón

La variedad del dominio sobre los seres humanos se diversifica desde un cartabón disciplinario hasta uno institucional con autonomía en las organizaciones de sumisión apuntalado por los medios de difusión masivos creando inhibición en los seres humanos. La concentración de poder significa el esquema más cerrado y temeroso de quienes están en la cúspide y dentro de esta expresión encontramos el culto a la personalidad como la manifestación más autoritaria de aprehensión. Es la versión más aberrante, antidemocrática y execrable del ejercicio del poder.

Las sociedades sometidas a este estigma no son otra cosa que efluvios de la limitación más grande posible del poder. Es una forma rupestre de sometimiento y Venezuela no es la excepción. Acá está construida una estructura pétrea con características típicamente rígidas. El fantasma del Benemérito está presente contemporáneamente siguiendo una saga iniciada in illo témpore. De tal manera que lo ocurrido no es un accidente histórico sino la secuencia de una lógica del poder establecida dentro y por las entidades dominantes del orbe. El mismo Bolívar en la Carta de Jamaica aseveraba que Venezuela era un cuartel.

El club de Bildelberger, la Comisión Trilateral y el Council on Foreing Relations, so pena de caer en teorías conspirativas, están muy felices por lo acontecido en el país. Impusieron un rol claro para Venezuela: ser un proveedor permanente de fuente energética fósil para los propietarios del planeta, situación que eventualmente está superada porque el petróleo tiene sus días contados como principal elemento generador de energía en la Tierra.

Los intereses estratégicos de quienes dirigen al mundo no coinciden ahora con nuestra nación. El papel cumplido por Gómez, Pérez Jiménez, el puntofijismo y el chavismo de conducir al país como un dócil ejecutor de esos úcases verdaderamente imperiales está cubierto y dejaremos de ser rentistas y extractivistas porque ello no es rentable. Concomitante a esta nueva circunstancia nos han dejado el peor de los esquemas del poder, su concentración en un líder ejercido por el culto a su personalidad.

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