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La literatura anarquista, en líneas generales podríamos definirla como aquella literatura que toma como base argumental algunos elementos que constituyen el fundamento teórico del anarquismo: rechazo de la autoridad y de toda opresión de un individuo o grupo de individuos sobre otros, lo cual implica rechazo del Estado y de sus instituciones fundamentadas en la jerarquía (ejército, salariado, etc.). Por tanto, resulta evidente que la literatura anarquista no tiene por qué ser una creación exclusivamente anarquista; de hecho ha habido una gran cantidad de autores reconocidos que han llevado a cabo creaciones basadas en algunos de los presupuestos defendidos por el anarquismo.
Además de la difusión de las ideas mediante libros, folletos, periódicos o revistas, los anarquistas exploraron también otros campos, como la expresión artística, especialmente a través de la literatura; no obstante, no se le ha prestado a este aspecto de la cultura anarquista una atención suficiente por parte de los especialistas, en parte por prejuicios hacia una ideología tan molesta para los historiadores y en parte también por un desconocimiento profundo de la cuestión.
Sin dejar de reconocer que en la abundante producción literaria anarquista existen colecciones sin ninguna calidad literaria, existen también grandes literatos, cuyas obras alcanzan un alto nivel de calidad; pero para los anarquistas, como afirmaba en 1914 un anónimo colaborador de un periódico anarcosindicalista catalán: «la literatura fue y es conceptuada como un artículo de lujo, y por eso el que lo expende lo adorna, lo dora y lo pinta. Para nosotros es muy distinto. La literatura es un medio de lucha, un reflejo de la revolución que está actuando el proletariado, y por eso toma tinte violento y tiene ímpetu de cargas a fondo. Escribimos para exponer una lucha violenta o desesperada, para protestar de un crimen, para denunciar una iniquidad, para revelar una felonía, etc., y estos temas obligan al lenguaje áspero, la argumentación fuerte. De ahí que la literatura sindicalista sea violenta».
Conviene señalar, no obstante, que en líneas generales la cultura popular ha sido siempre considerada una cultura de baja calidad y en la mayor parte de los casos prescindible. En el caso del anarquismo, su cultura no sólo ha sido -salvo honrosas excepciones- minimizada, sino simplemente ignorada. Lo cierto es que, en algunos aspectos, los anarquistas se situaron a la vanguardia de la estética. Bastaría para ello echar una rápida ojeada a la inmensa producción por ellos generada; esto resulta en cierto modo lógico si tenemos en cuenta que muchos anarquistas eran tipógrafos de profesión y con grandes aptitudes de renovación estética.
El imaginario literario anarquista
Con toda propiedad podemos considerar la literatura anarquista dentro del género denominado literatura social, la cual, resumiendo mucho, sería aquella cuyo objetivo sea analizar o mostrar una capa de la sociedad. En efecto, la literatura anarquista, casi sin excepción, se ocupa de la crítica social, y el protagonista del relato suele ser o bien la colectividad o un símbolo de su clase y representará valores arquetípicos.
En muy contadas ocasiones -y por razones evidentes- la literatura social ha alcanzado un prestigio y reconocimiento general. Frecuentemente, ha sido considerada como literatura de segundo orden o infraliteratura por el hecho de poner el acento en cuestiones muy conflictivas. En la introducción a la reedición de las novelas que integraban la colección La novela proletaria, Gonzalo Santonja señalaba la ««endeble calidad de alguno de estos relatos», lo cual era «la consecuencia inevitable de los objetivos, estrictamente políticos en general, que sus autores se habían fijado».
Es cierto que la calidad literaria de muchas de estas colecciones dejaba mucho que desear, pero teniendo en cuenta los objetivos que se proponían los editores, la excelencia de determinados relatos se fundamenta principalmente en la denuncia de la sociedad, cuya inicua explotación en todos los órdenes de la vida pretendían combatir. Por ello, los anarquistas eligieron como trama argumental de la mayor parte de su producción literaria los temas que mejor ponían de manifiesto los mecanismos de esta inicua explotación.
En las novelas anarquistas, lo temas más tratados son, además del rechazo del Estado y sus instituciones, la guerra, la pena de muerte, la explotación del hombre por el hombre y también la utopía.
La literatura anarquista, en líneas generales podríamos definirla como aquella literatura que toma como base argumental algunos elementos que constituyen el fundamento teórico del anarquismo: rechazo de la autoridad y de toda opresión de un individuo o grupo de individuos sobre otros, lo cual implica rechazo del Estado y de sus instituciones fundamentadas en la jerarquía (ejército, salariado, etc.). Por tanto, resulta evidente que la literatura anarquista no tiene por qué ser una creación exclusivamente anarquista; de hecho ha habido una gran cantidad de autores reconocidos que han llevado a cabo creaciones basadas en algunos de los presupuestos defendidos por el anarquismo.
Además de la difusión de las ideas mediante libros, folletos, periódicos o revistas, los anarquistas exploraron también otros campos, como la expresión artística, especialmente a través de la literatura; no obstante, no se le ha prestado a este aspecto de la cultura anarquista una atención suficiente por parte de los especialistas, en parte por prejuicios hacia una ideología tan molesta para los historiadores y en parte también por un desconocimiento profundo de la cuestión.
Sin dejar de reconocer que en la abundante producción literaria anarquista existen colecciones sin ninguna calidad literaria, existen también grandes literatos, cuyas obras alcanzan un alto nivel de calidad; pero para los anarquistas, como afirmaba en 1914 un anónimo colaborador de un periódico anarcosindicalista catalán: «la literatura fue y es conceptuada como un artículo de lujo, y por eso el que lo expende lo adorna, lo dora y lo pinta. Para nosotros es muy distinto. La literatura es un medio de lucha, un reflejo de la revolución que está actuando el proletariado, y por eso toma tinte violento y tiene ímpetu de cargas a fondo. Escribimos para exponer una lucha violenta o desesperada, para protestar de un crimen, para denunciar una iniquidad, para revelar una felonía, etc., y estos temas obligan al lenguaje áspero, la argumentación fuerte. De ahí que la literatura sindicalista sea violenta».
Conviene señalar, no obstante, que en líneas generales la cultura popular ha sido siempre considerada una cultura de baja calidad y en la mayor parte de los casos prescindible. En el caso del anarquismo, su cultura no sólo ha sido -salvo honrosas excepciones- minimizada, sino simplemente ignorada. Lo cierto es que, en algunos aspectos, los anarquistas se situaron a la vanguardia de la estética. Bastaría para ello echar una rápida ojeada a la inmensa producción por ellos generada; esto resulta en cierto modo lógico si tenemos en cuenta que muchos anarquistas eran tipógrafos de profesión y con grandes aptitudes de renovación estética.
El imaginario literario anarquista
Con toda propiedad podemos considerar la literatura anarquista dentro del género denominado literatura social, la cual, resumiendo mucho, sería aquella cuyo objetivo sea analizar o mostrar una capa de la sociedad. En efecto, la literatura anarquista, casi sin excepción, se ocupa de la crítica social, y el protagonista del relato suele ser o bien la colectividad o un símbolo de su clase y representará valores arquetípicos.
En muy contadas ocasiones -y por razones evidentes- la literatura social ha alcanzado un prestigio y reconocimiento general. Frecuentemente, ha sido considerada como literatura de segundo orden o infraliteratura por el hecho de poner el acento en cuestiones muy conflictivas. En la introducción a la reedición de las novelas que integraban la colección La novela proletaria, Gonzalo Santonja señalaba la ««endeble calidad de alguno de estos relatos», lo cual era «la consecuencia inevitable de los objetivos, estrictamente políticos en general, que sus autores se habían fijado».
Es cierto que la calidad literaria de muchas de estas colecciones dejaba mucho que desear, pero teniendo en cuenta los objetivos que se proponían los editores, la excelencia de determinados relatos se fundamenta principalmente en la denuncia de la sociedad, cuya inicua explotación en todos los órdenes de la vida pretendían combatir. Por ello, los anarquistas eligieron como trama argumental de la mayor parte de su producción literaria los temas que mejor ponían de manifiesto los mecanismos de esta inicua explotación.
En las novelas anarquistas, lo temas más tratados son, además del rechazo del Estado y sus instituciones, la guerra, la pena de muerte, la explotación del hombre por el hombre y también la utopía.
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