lunes, 22 de abril de 2013

Debate: Un camino propio, una revolución propia, que rompa con la lógica de la dominación del capitalismo y el “socialismo”


Enrique Contreras

Si hablamos de un nuevo proyecto civilizatorio, las propuestas económicas que surjan deben estar al servicio del ser humano y no del capital, no a los procesos de industrialización y contaminación ambiental. Los procesos de producción, deben estar enmarcados dentro de unas relaciones sociales fundamentalmente humanas, donde el trabajo sea el tiempo socialmente necesario en la producción, no de mercancías para llenar el mercado y convertirlo en dinero, sino en bienes que vayan a satisfacer las necesidades reales de la humanidad, como la comida, el vestido, la vivienda, la educación, servicios públicos y donde el empleo no puede convertirse en formas de esclavitud escondidas por el salario, negándole al trabajador o trabajadora el derecho al ocio.

Hoy, más que nunca -al menos que los años me hayan puesto miope desde el punto de vista político- intuyo que en América Latina y el Caribe, se está librando una rica discusión, en todos los órdenes del conocimiento humano conocidos hasta ahora, que orienta el pensamiento crítico y reflexivo, en confrontación frente a las ideologías que hasta ahora han dominado al mundo. Pero lo mejor de todo éste ambiente sociopolítico, teórico, filosófico, es que la discusión está abriendo brechas, sobre todo en nuestro continente Abya Yala, que va rumbo a la construcción de un pensamiento propio, alejado de la influencia eurocentristas y colonizadoras, que por muchos años, han sido el obstáculo para la libertad  plena en el más amplio sentido del contexto de la palabra, donde retomamos nuestros sueños y pensamos el futuro, indicando que en el hoy la utopía es posible.


 “Si no tenemos utopías -nos dice Bonfil Batalla- si no tenemos una capacidad de imaginar un futuro mejor acorde con nuestra realidad, estamos rindiéndonos a la perdida de nuestro futuro, y estamos aceptando un futuro impuesto. Si el pasado, en otros aspectos, nos fue impuesto, no podemos aceptar que el futuro también nos sea impuesto.” (Batalla, Bonfil (1987). “México Profundo. Una civilización negada”. Editorial CIESAS, México. PP. 81-82).

La utopía es el vuelo del cóndor de los Andes, donde  la andinidad se acerca cada día más, ya que todo parece indicar, que vamos a empezar a escribir nuevas páginas de la historia, donde la indianidad será la protagonista, con su fuerza hacedora y libertaria. Es la utopía, como impulso creador, donde  se manifiesta  una lucha a muerte contra la mente y pensamiento colonial, que ha negado a la indianidad la cabida para deliberar su futuro.

Muchos de nuestros pueblos, están precisando que la llamada modernidad que trajo consigo gradualmente el neoliberalismo globalizado, fragmento a la humanidad y lo que se está  planteando en éste momento es como reunificarla, como unir los pedazos dispersos y devolverles esa relación humana, donde en el ayer la convivencialidad y la solidaridad estaban presente, para ver con mayor pertenencia el futuro.

Estamos rompiendo con la racionalidad dominante, con las ideologías, que no deja que los intentos de rebelión, que han cursado a lo largo de nuestra historia, permitan la libertad de nuestro continente, pues estas rebeliones han sido capturadas, para evitar los procesos de emancipación de nuestras naciones. Estamos a punto -aunque muchos no lo crean- de producir un nuevo parto en el planeta, con características muy propias, que nos lleva a generar y crear un modelo civilizatorio con identidad propia, donde la negritud y la indianidad en este continente Abya Yala, se levanta y se agiganta sin complejos frente a la civilización occidental, rompiendo con los viejos modelos civilizatorios del capitalismo y del llamado socialismo real.

Es un camino propio, una revolución propia, sin apellido y patrocinio de ningún tipo, no es positivista, ni funcionalista, ni estructuralista, ni tampoco marxista. Es una revolución que nos permite repensar el pasado y el presente, es una revolución contra la racionalidad y las ideologías dominantes, que siempre han negado nuestra riqueza cultural y étnica de nuestro entorno real. Es una revolución donde lo indiano y la negrura se torna subversivo, es la respuesta de los “derrotados” y “vencidos” desde el mal llamado “descubrimiento” hasta nuestros días. Es una revolución donde nuestra riqueza pluricultural y multiétnica se abre paso y comienza a generar espacios convivenciales como respuestas necesarias frente a la dominación. Es un proceso dialéctico que se hace presente en el que más temprano que tarde se producirá la ruptura histórica de la dominación que hará posible la construcción de caminos distintos, que no tienen nada que ver con el capitalismo, sea de Estado o privado.

El planteamiento de nuestro Simón Rodríguez, cada día toma mayor vigencia: Dónde iremos a buscar modelos?...  –La América Española es original = i ORIGINALES los medios de fundar uno i otro. O Inventamos o Erramos.

Si hablamos de un nuevo proyecto civilizatorio, las propuestas económicas que surjan deben estar al servicio del ser humano y no del capital, no a los procesos de industrialización y contaminación ambiental. Los procesos de producción, deben estar enmarcados dentro de unas relaciones sociales fundamentalmente humanas, donde el trabajo sea el tiempo socialmente necesario en la producción, no de mercancías para llenar el mercado y convertirlo en dinero, sino en bienes que vayan a satisfacer las necesidades reales de la humanidad, como la comida, el vestido, la vivienda, la educación, servicios públicos y donde el empleo no puede convertirse en formas de esclavitud escondidas por el salario, negándole al trabajador o trabajadora el derecho al ocio. La agricultura debe ser cuidadosamente planificada y debe garantizar la alimentación de la población en igualdad de condiciones y evitar a como dé lugar la destrucción de bosques y la contaminación de ríos y quebradas. El desarrollo agropecuario debe ser sustentable en aras de tener soberanía alimentaria. La educación debe jugar un papel fundamental en la nueva civilización y debe ser una práctica constante para la libertad, donde el diálogo, la fraternidad, la convivencialidad, la solidaridad, el bien colectivo -entre otros valores- propios de los seres humanos, sea el camino a seguir en ese proceso ontocreador, que en términos de totalidad ha de nutrir la sociedad, para romper las cadenas de la dependencia tecnológica y científica. La nueva educación, de ese nuevo proyecto civilizatorio debe resumir el ideal educativo de nuestro Simón Rodríguez:

«Instruir no es educar; ni la instrucción puede ser un equivalente de la educación, aunque instruyendo se eduque»; «No hay interés donde no se estribé el fin de la acción. Lo que no se hace sentir no se entiende, y lo que no se entiende no interesa. Llamar, captar y fijar la atención, son las tres partes del arte de enseñar. Y no todos los maestros sobresalen en las tres»; «El título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender; no al que manda aprender o indica lo que se ha de aprender, ni al que aconseja que se aprenda. El maestro que sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñado virtualmente todo lo que se aprende después, porque enseñó a aprender»;  «No hay oveja que busque al pastor, ni muchacho que busque a maestro»; «Enseñen los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el por qué de lo que se les mande hacer; se acostumbren a obedecer a la razón, no a la autoridad como los limitados, no a la costumbre como los estúpidos»;«La ignorancia es la causa de todos los males que el hombre se hace y hace a otros; y esto es inevitable, porque la moniciencia no cabe en un hombre: puede caber, hasta cierto punto, en una sociedad  por el más y el menos se distingue una de otra). No es culpable un hombre porque ignora - poco es lo que puede saber -, pero lo será si se encarga de hacer lo que no sabe.»; «Acostúmbrese al niño a ser veraz, fiel, servicial, comedido, benéfico, agradecido, consecuente, generoso, amable, diligente, cuidadoso, aseado; a respetar la reputación y a cumplir con lo que promete. Y déjense las habilidades a su cargo; él sabrá buscarse maestros, cuando joven”; «Sólo la educación impone obligaciones a la voluntad. Estas obligaciones son las que llamamos hábitos.»; «Enseñen, y tendrán quien sepa; ‘eduquen, y tendrán quien haga.»; «Toca a los maestros hacer conocer a los niños el valor del trabajo, para que sepan apreciar el valor de las cosas.»; «Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra». «Enseñar es hacer comprender; es emplear el entendimiento; no hacer trabajar la memoria»; «El maestro de niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo, porque su oficio es formar hombres para la sociedad»; «Nadie hace bien lo que no sabe; por consiguiente nunca se hará República con gente ignorante, sea cual fuere el plan que se adopte.» (Extracto del libro de Rumazo González, Alfonzo; "Ideario de Simón Rodríguez"; Ediciones Centauro; 1980; Caracas; Venezuela.).

Creo que dentro de estos postulados, podemos encontrar el deber ser, del nuevo sistema educativo, que asociado a otros pensadores latinoamericanos, que han trabajado el tema, encontraremos allí el camino formador necesario, que ayude a construir la propuesta civilizatoria, que buscamos.

De otro lado, la figura tramposa de Estado, debe desaparecer -ya lo hemos dicho- en el nuevo plano jurídico-político que ha de nacer, producto de la voluntad colectiva de nuestros pueblos, donde las relaciones de mando vertical entre dominante-dominado, opresor-oprimido desaparezcan para siempre, en busca de un nuevo poder que descanse realmente en los colectivos populares, donde surja de manera jurídica la reapropiación social de la ley, para darle horizontalidad a ese poder que ha de descansar en las comunidades. En ese mismo plano jurídico político no podrá tener cabida la figura presidencial, a cambio ha de nacer una junta de administración elegida nominalmente (por ejemplo).  Los partidos políticos tampoco tendrán cabida -serán eliminados-, de manera que el pueblo y sus expresiones genuinas sean los propios protagonistas de su historia y evitar que estos le roben los espacios de organización social a la población. Toda representación popular, no podrá tener privilegios económicos ni políticos, pues la nueva civilización, habrá de abrir los caminos para que esa democracia, sea realmente una práctica para la libertad inquebrantable, indisoluble, firme y sólida. Esa libertad, esa democracia, tiene que ser por naturaleza antiimperialista, que haga honor al legado histórico dejado por nuestros libertadores.

Pero dentro del marco de este espacio, hay que tener claro, que para llegar allí, se hace necesario, no un proceso electoral a los que nos tienen acostumbrados las clases que dominan, sino hechos constituyentes que rompan con la funcionalidad de los conflictos, del cual ya hemos hablado y que nos puedan conducir a una constituyente originaria y no derivada del poder constituido, para plasmar allí en colectivo, el proyecto de nación que aspiramos.

No es que estemos negando los procesos electorales, lo que sostenemos es que esos procedimientos electorales tal y como están planteados, responden a situaciones manipulables, desde todo punto de vista, ya que las mismos tienen como finalidad impedir cualquier proceso de cambio que requiera la sociedad, desde el punto de vista estructural, que beneficie el colectivo. Colombres, al respecto nos indica: “Ese vasto sector indiferente, neutralizado y conducido a la total indiferencia por la cultura de masas y la desinformación, es que el impide que por la vía electoral se produzcan en nuestras sociedades los cambios urgentes que necesitan. La desinformación busca convertir una información falsa en una información verdadera, creíble,  que llevará al que la recibe a actuar en un sentido que le es desfavorable. ¿Puede considerarse un legítimo ejercicio de la democracia esta actitud que no defiende el viejo ethos social ni propugna la vigencia de nuevos paradigmas más perfectos y justos?

La democracia es el gobierno del pueblo, no del hombre masa. Del pueblo, que es el hombre organizado, pensante, creativo, que defiende como algo muy valioso los lazos morales y de solidaridad”. (COLOMBRES, Adolfo. “América como civilización emergente”. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 2004. pp.204).
           
Todas estas generalidades, pueden ser parte del inicio de una discusión permanente, que se puede plasmar en un proyecto, en un acuerdo dentro de los desacuerdos, es cuestión de tomar las iniciativas necesarias, en aras de seguir pensando y actuando, para salir de esta encrucijada que aprisiona cualquier propuesta que se pueda alejar de la lógica de la dominación.

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