domingo, 17 de febrero de 2019

La dictadura chavomadurista como negación del ideal anarquista



Humberto Decarli

En sectores, afortunadamente cada vez más reducidos, que se reclaman como expresión del movimiento ácrata latinoamericano aún se presentan ciertas confusiones sobre el régimen venezolano, manifiestando sus simpatías por el chavismo debido a anfibologías conceptuales de esa vieja izquierda aún presente en las mentes de la región. Un examen somero de la experiencia gubernamental arroja claridades a pesar de una punta del iceberg cuyo atractivo se deslustra cada vez más. Nos referimos a un cuadro de consignas y lemas radicales encubridores de una realidad terrible, donde se presume de socialismo, de igualdad social, de dignidad, de antiyanquismo, tutela de los pobres, etc. Son expresiones efectuadas con la finalidad de racionalizar la hecatombe provocada en el país por políticas lesivas a la sociedad.

El militarismo es adversario del ideal libertario

Si hay alguna doctrina contraria al militarismo es el anarquismo. Sus múltiples versiones siempre coinciden en denunciar a los administradores de la violencia del Estado como la expresión más dañina del poder y del Estado. La llamada revolución bolivariana se fundamenta en las fuerzas armadas en ejecución de una tesis antinómica, la unión cívico-militar. El ejército es la manifestación más directa del poder disciplinario junto a la policía y el derecho en la estructura oficial.

Enfoques de esa postura supuestamente contestataria nos habla de la conveniencia de consolidar a los militares latinoamericanos para evitar la costarriqueñización de la realidad. Preconizan que es mejor la existencia de un cuerpo armado autóctono que una presencia foránea controladora prescindiendo de considerar que cualquier entidad con armas representa la herramienta de dominación de un grupo por sobre toda la sociedad, sea nacional o internacional. Adicionalmente se ignora el origen de los uniformados venezolanos creados por un dictador de la magnitud de Juan Vicente Gómez en el marco de una concepción prusiana rígida que se ha mantenido en el tiempo incluso en la etapa de la democracia delegativa nacida a partir de la caída de la dictadura perezjimenista.

El culto a la personalidad es una aberración

La base de la dirección política nacional radica en el culto a la personalidad de Hugo Chávez. La fijación de su figura es la columna vertebral de un movimiento acrítico y carente de la más elemental discusión. La simbología del comandante arropa cualquier expresión ideológica y se forma una estricta sujeción a su palabra y actuación. El problema ha sido su fallecimiento y no haber construido un liderazgo de reemplazo, teniendo que apelar a la simple improvisación y a la crudeza de la represión. Una visión del mundo con sede en la libertad no puede apostar a la conjunción de opiniones en una sola persona porque se estaría negando la posibilidad de escogencia y de proposición. Choca directamente con cualquier postura distinta a la del líder quien ejerce su mando con autoritarismo.

El aparato represivo y el Estado policial
Copiando al esquema cubano y organizado por el G-2, heredero de la Stassi y la Gestapo, la gestión gubernamental emplea la supervisión de las personas a través de los organismos de identificación, los impositivos, punitivos, notariales, registrales, puertos, aeropuertos y demás factores determinantes de la ubicación física e ideológica de las personas. Adicionalmente se han formado distintos grupos policiales como la Policía Nacional Bolivariana, el Sebin, el Dgcim, Conas, FAES, policías de los estados y los municipios, tejiendo una red preventiva y represiva para sostener al régimen a toda cosa. Aparte, existen los TontonMacoutes significados por los llamados colectivos, suerte de bandas cuasidelincuenciales operando en muchas localidades, urbanizaciones y barrios, con total impunidad.

La Guardia Nacional Bolivariana, parte de la fuerza armada, cumple también funciones policiales y se les ve reprimiendo públicamente a las manifestaciones. Asimismo, la Milicia, otro cuerpo auxiliar militar forma parte de esta estructura que ha logrado conformar un Estado altamente policial, apoyados por la Defensoría del Pueblo, la fiscalía y los tribunales penales. Cualquier movilización puede ser catalogada de violenta y alteradora del orden público y enjuiciar a sus participantes por delitos previstos en el Código de Justicia Militar, otro adefesio procesal. Una sentencia del máximo tribunal exige permiso de la autoridad local para poder realizar un acto público cuando la ley lo único que establece es notificarla. De esa manera se impide y se criminaliza la libre manifestación.

Los diferentes sitios de reclusión son escandalosamente violadores de los derechos humanos. Hay recintos conocidos públicamente como centros de torturas y se emplea la modalidad de desapariciones de los detenidos para poder golpearlos y no contar ningún tiempo para el mecanismo de presentación ante un juzgado. Los órganos jurisdiccionales difieren las audiencias ad infinitum para tener más tiempo presos a la gente. Las muertes en las calles por manifestar, los desaparecidos, los asesinados en los calabozos por torturas, ya forman parte de la cotidianidad, banalizando tal situación. La delincuencia en las calles, los pranes (líderes de las bandas) gerenciando los centros penitenciarios y un obligatorio toque de queda en horas tempranas de la tarde para evitar ser asaltado, herido o asesinado, complementan la aciaga situación social venezolana.

El populismo como medio de operatividad política

El desempeño de la gestión oficial se traduce en el uso del populismo como fórmula de gobernanza. No hay búsqueda de soluciones para los múltiples problemas sociales sino aplicaciones puntuales para resolverlos momentáneamente. Es el sentido cortoplacista de esta manera de materializar el ejercicio del poder. Esta senda ha llevado a la elaboración de programas asistencialistas pero no de seguridad social, buscando dar una respuesta circunstancial pero no una panacea sustentable. Esta orientación ha llevado a romper la unidaddel presupuesto público para erogar libremente el dinero y acentuarlo, por supuesto, en el gasto corriente. Es un Estado gigantesco con más de tres millones y medio de empleados públicos y demasiados ministerios, amén de planes denominados misiones dirigidos a un millón y medio de personas con los cuales dan propuestas efímeras a vicisitudes coyunturales de la población. Acompañando a estas direcciones del poder está la corrupción generalizada dentro del aparato estatal. Es un monstruo con profunda existencia garantizado por la impunidad otorgada por los órganos de investigación y los judiciales. Y el eje del financiamiento reside en los créditos internacionales llegando la deuda externa a dígitos exponenciales.

Los graves desafíos sociales han quedado irresolutos como el de la vivienda con un déficit de dos millones de unidades residenciales; la pobreza en aumento (más de un 85% y la crítica trascendiendo el 60%), como lo reconoce el estudio llamado Encovi, Encuestas de condiciones de vida, llevado a cabo por las universidades Universidad Católica Andrés Bello, la Universidad Central de Venezuela y la Universidad Simón Bolívar debido a la opacidad de las estadísticas oficiales, prohibidas desde hace cuatro años; la salud en un estado paupérrimo por la inhabilitación de los hospitales y la reducción del plan Barrio Adentro, creación cubana; la educación en un nivel indeseable con profesores y estudiantes huyendo del país; la emigración a toda América Latina, Estados Unidos y España, esencialmente, como fórmula inmediata de sobrevivencia sin planificación alguna; la internet más lenta de la subregión; la ausencia de alimentos y medicinas, empleando un mecanismo perverso como las bolsas o cajas de comida para hacer más dependientes a los hombres y las mujeres del Estado, son los efluvios de la hecatombe local.

Mención aparte por su magnitud está la descomposición económica y financiera nacional. Escasez y desabastecimiento, una dinámica importadora y no productiva en lo interno, hiperinflación, recesión sostenida, estanflación, aumento del encaje bancario para impedir los créditos y la devaluación impresionante del Bolívar con fines exclusivamente fiscalistas.

El Estado como el alfa y la omega de la vida

Si algo caracteriza al chavismo es en la creencia ciega en el Estado al reproducir el esquema estalinista. La tradición nacional ha convertido al aparato de dominación en un protagonista estelar de la vida. Es monstruoso desde su creación y en especial, con las bonanzas acaecidas en el país, sobre todo las petroleras. La actividad económica, social, cultural y financiera es determinada por la centralización del poder elaborada desde la dictadura gomecista. Históricamente ha sido el elemento de sumisión por antonomasia, opuesto a cualquier idea libertaria. El poder se encuentra altamente unificado en manos de la cúpula cívico militar y el armamentismo representa una fuerte exacción financiera hacia los proveedores, Rusia y China. Aviones, tanques de guerra, misiles antiaéreos, buques adquiridos y repotenciados, ametralladores y artillería en general, enseñan a una nación que prefiere comprar armas y no alimentos ni medicinas. Es también una demostración de capitalismo petrolero de Estado aplicando criterios neokeynesianos.

Complemento del Estado

El esquema orweliano se ve reforzado por la función de control foucaultiana, vale decir, la hegemonía comunicacional (afortunadamente existen las redes sociales), el neolenguaje limitador de las mentes, la falsificación y tergiversación de la historia mediante una visión épica y militarista de nuestro nacimiento como país, el nacionalismo facistoide promovido a la enésima potencia, el arte sometido a la censura oficial y varias modalidades de sofisticadas formas de asfixia de las personas.

Postura antiecológica

Las políticas ambientales del Estado son lesivas a la más elemental apreciación ecológica. Desde la explotación bárbara de la plataformadeltana, denunciada en un documental denominado Nuestro petróleo y otros cuentos, donde un grupo de cineastas italianos presentan crudamente la iniciativa petrolera rompiendo los mitos oficiales, hasta la barbarie significada en la irracionales actividades del remate en el Arco Minero, pasando por la extracción de carbón a cielo abierto en el estado Zulia y una tentativa precaria de búsqueda de energía en plantaciones en el estado Guárico, son muestras indubitables de la fobia contra Gaia o Pachamama propia del autoritarismo.

Es el cumplimiento del cartabón soviético de aquella expresión de Lenin de que el socialismo es soviet más electricidad, una muestra palmaria del positivismo propio del siglo diecinueve, ocasionador del desastre del mar de Aral, destruido por los desechos químicos inferidos de la actividad industrial y de la catástrofe de Chernóbil.

Ha sido la continuación de la mentalidad rentista cumplida por todos los gobiernos desde el año 1918, cuando se produjo la primera bonanza venezolana por las exportaciones de café y cacao. De igual manera el extractivismo es la línea central de la dialéctica del chavismo. Son conductas tradicionales y conservadores que han causado un profundo daño a la gente.

El racismo, la homofobia, la misoginia y el machismo

El Estado, asediado por el autoritarismo y la visión militarizada de la realidad, ha hecho muy poco por enfrentar el racismo, en su expresión criolla así como su especie el endorracismo. Igualmente se puede entender que la mentalidad atrabiliaria se identifica con la homofobia, el odio encubierto a la mujer y la ancestral subjetividad del machismo introyectado por los andaluces conquistadores continuado en el devenir de nuestra historia.

Colofón

El anterior cuadro dantesco es elocuente para comprender la experiencia militar venezolana de los últimos veinte años, con precedentes bien apuntalados desde la creación del Estado venezolano independiente. Es un proyecto reaccionario y totalitario con piso estalinista y del modelo castrista, mezclado con el peronismo, el neofascismo y el nasserismo. No es una gestión distinta a las precedentes pero con un aditamento: han destruido y demolido el movimiento social y sindical, los salarios, las prestaciones sociales, la economía destruyendo la única fuente de divisas, PDVSA, las finanzas, profundizado el autoritarismo presente en los planos de inmanencia de la sociedad y el resentimiento social acompañado de una igualación por la pobreza. La escabechina sobre el país ha sido total. 

Un régimen militarista y autoritario es la antípoda de una mente ácrata cuya teleología es la libertad, la democracia en sus niveles de participación directa, la autogestión en el ámbito económico y la extirpación de las relaciones de poder como patrón social.

Entonces, cabe preguntarse, ¿Cómo, quienes se autodefinen como anarquistas, pueden simpatizar o defender al chavismo? La respuesta es variada. En primer lugar, es la vinculación con el cordón umbilical existente hasta la Primera Internacional de Trabajadores cuando el marxismo y el anarquismo funcionaban con mucha afinidad pero terminó afortunadamente en ruptura con los socialistas autoritarios. En segundo término, el antiyanquismo madurista, instrumento histórico de cohesión de la izquierda, a pesar de que puede ser un camino de la derecha como lo demostró Hitler. Tercero, los nexos con la óptica anticapitalistaglobalizada y privada pero no con la estatista, la cual justifican. Cuarto, desconocen las grandes batallas logradas en la guerra civil española, en la Revolución Mexicana, el mayo francés, la Comuna de París, el movimiento ecológico americano y la experiencia de Rojava, en el Kurdistán sirio. Quinto, hacen caso omiso de todo el avance ideológico desde los consejistas obreros quienes se dieron cuenta del proceso dictatorial del bolchevismo, los avances de la Escuela de Frankfurt, las investigaciones del post estructuralismo francés sobre el poder, el anarquismo verde, el neoanarquismo y el post anarquismo. Sexto, el gran lobbie ejercido por el gobierno venezolano en la izquierda de América Latina para el logro de simpatías adquiridas por el torrente petrolero.Séptimo, son posturas más cercanas al marxismo, al estalinismo y al totalitarismo. Deberían sincerarse y ubicarse en los espacios más afines, esto es, el chavismo, los socialismos autoritarios y corrientes similares, mas nunca mimetizarse en una doctrina amante de la libertad.


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